miércoles, 28 de enero de 2009

UNA REVOLUCIÓN SOCIO-CULTURAL Y CIENTÍFICA

Buenos días, amigos: Voy a citaros algunos textos entrelazados sobre la repercusión impactante que en el ámbito cultural y social, incluso lingüístico, produjeron los descubrimientos y elaboraciones del joven Freud.

Un testimonio de Peter Gay, de su libro Freud, una vida de nuestro tiempo: “La observación de que el Psicoanálisis había ‘hecho furor’, convirtiéndose en una especie de moda entre quienes no lo conocían, estaba bastante justificada. El médico sueco Paul Bjerre afirmó en 1925 que el ‘freudismo’ estaba agitando los sentimientos como si se tratara de ‘una nueva religión’ y no de una nueva área de investigación. Especialmente en los Estados Unidos, la literatura psicoanalítica ha adquirido dimensiones de avalancha. Analizarse está de moda”. Un año más tarde, el prolífico psicólogo norteamericano William McDougall reafirmó la evaluación de Bjerre: “Además de los seguidores profesionales, todo un ejército de legos, educadores, artistas y diletantes han quedado fascinados por las especulaciones freudianas y las han convertido en una desorbitada moda popular, de modo que algunos de los términos técnicos empleados por Freud se han incorporado al idioma popular, tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra”.

En otra parte de su libro afirma que el escritor Elías Canetti había escrito, por 1920, que “la interpretación de los ‘lapsus’ se había convertido en una especie de juego social” Aunque por otra parte afirma que las principales autoridades de la Universidad todavía “lo rechazan con arrogancia”. Y añade que esta oposición llegó, clamorosa, hasta el área de la política. Por ejemplo, en Francia, el mismo día en que apareció la versión francesa de Psicopatología de la vida cotidiana, en 1922, se publicó un artículo en el que se le pedía al gobierno “que proteja a los niños del Psicoanálisis”.

Esta reacción la explica y la interpreta sosegadamente el psicoanalista francés S. Nacht: “Freud apareció en una época impregnada de moralismo, confiada en una escala de valores que creía sólidamente establecida. Súbitamente aquel joven y desconocido médico judío despertó de su sueño al mundo, lo obligó a poner todo en cuestión. ‘Analice despiadadamente sus sentimientos, escribió Freud a un amigo, y verá qué pocas cosas seguras hay en usted’. Pero ver qué pocas cosas seguras hay en sí mismo es precisamente lo que el hombre se niega a hacer, porque lo siente como una herida y una humillación. Así pues, era inevitable que, desde el comienzo, Freud se viera rechazado por su época, que quiso verlo a través de los rasgos inmorales y salvajes de las fuerzas instintivas, cuyo auténtico rostro desvelaba”.

Estas observaciones y conclusiones quedan bien explicitadas y resumidas en un texto de Georg Markus, en su biografía de Freud El misterio del alma: “Con el Psicoanálisis de Freud no sólo se abría un nuevo campo a la psiquiatría, sino que se revolucionaba toda la medicina. Más aún: los esfuerzos para sondear el alma humana llevaron a nuevas formas de ver la religión y la cultura, la educación y la vida familiar, la sexualidad, la filosofía, el Estado. Las ideas de un científico rara vez han influido en su generación y en las siguientes tanto como Freud cuando describe la anatomía del alma.”

El siguiente texto, del escritor eminente Stefan Zweig, es un testimonio de adhesión y casi devoción. Le escribe así en carta de 1929: “La revolución que usted ha provocado en la estructura psicológica y filosófica, y en toda la estructura moral de nuestro mundo, excede en mucho la parte puramente terapéutica de sus descubrimientos. Pues hoy en día, todas las personas que no saben nada de usted, todo ser humano de 1930, incluso quien nunca haya oído la palabra ‘psicoanalista’, ya está indirectamente influido por su transformación de las almas”.

Precisamente el mismo S. Zweig, junto con otros escritores, artistas e intelectuales como Thomas Mann, Romain Rolland, Jules Romains, H.G. Wells , Virginia Woolf , Salvador Dalí, Hermann Broch, Knut Hamsun, Hermann Hesse, André Gide, Aldous Huxley, James Joyce, Pablo Picasso, Paul Klée, André Maurois, Thorton Wilder, y varios más, publicaron un manifiesto, en 1936, con ocasión del octogésimo aniversario de Freud, que le fue presentado por Thomas Mann en su casa de Viena, ya casi a punto de exiliarse en Londres. Por su extraordinaria importancia valorativa de la persona y la obra de Freud, os lo voy a reproducir íntegramente:

Que el octogésimo aniversario de Freud sea una venturosa oportunidad para expresarle, al iniciador de un nuevo y más profundo conocimiento de la humanidad, nuestras congratulaciones y nuestra veneración. Este intrépido descubridor, importante en cada esfera de su trabajo, como médico y psicólogo, como filósofo y artista, ha sido, durante dos generaciones, un guía a través de regiones de la mente humana hasta entonces inexploradas. Espíritu completamente independiente, un ‘hombre y caballero de osado mirar’, como Nietzsche dice de Schopenhauer, un pensador e investigador, que supo resistir solo y, sin embargo, atraer a muchos. Avanzó por su camino y llegó a verdades que parecieron peligrosas porque ponían al descubierto lo que el miedo había escondido, e iluminó lugares oscuros. Expuso nuevos y diversos problemas y cambió normas antiguas. Su búsqueda y sus hallazgos ampliaron enormemente el alcance de la exploración intelectual, e incluso hizo que sus opositores se convirtieran en deudores suyos por el ímpetu del pensar creador que les transmitió. Aunque los años futuros puedan superar o modificar este o aquel resultado de su investigación, las preguntas que Sigmund Freud hizo a la humanidad nunca podrán volver a silenciarse, ni sus hallazgos ser negados u oscurecidos por mucho tiempo. Los conceptos que él ha encontrado, las palabras que ha escogido para ellos, se han convertido ya en integrantes, evidentes por sí mismas, de todo idioma vivo. En todos los campos de las ciencias del hombre, en el estudio de la literatura y el arte, la historia de las religiones y la prehistoria, la mitología, el folkclore y la pedagogía, e incluso en la poesía misma, podemos discernir la impronta profunda de su influencia, y si alguna vez la raza humana alcanzó un logro imperecedero, este es -estamos seguros- su descubrimiento de la CIENCIA DE LA MENTE.

Nosotros ya no podemos seguir enfrentando nuestra tarea intelectual sin los audaces conceptos que constituyeron esa obra de toda la vida de Freud. Por eso nos alegramos de saber que este gran e infatigable estudioso está entre nosotros, y de verlo trabajar con vigor incansable. Que este hombre al que honramos, y al que le ofrecemos nuestra gratitud, viva entre nosotros durante muchos años más”.

Desde estos extraordinarios reconocimientos y elogios, especialmente valiosos y significativos por la talla intelectual, científica y cultural, de las personas que los respaldan, no es de extrañar la comparación que hizo en su tiempo Jung con los “pseudocientíficos” que se negaban a estudiar a Freud: son, escribió, “como aquellos hombres de ciencia que se negaron a mirar por el telescopio de Galileo”.

No quiero dejar de citar el testimonio de la concesión del Premio “Goethe”, en julio de 1930, donde la obra de Freud se define como “fruto del método estricto de las ciencias de la naturaleza (...) y de la osadía de los creadores literarios”. Y también se dice en el texto de concesión de ese importante galardón literario que “el Psicoanálisis no sólo enriqueció a la ciencia médica sino también al mundo mental del artista, el sacerdote, el historiador, el educador” (...) al descubrir “las fuerzas formativo-creadoras adormecidas en el inconsciente”.


Por último, voy a añadir a este florilegio de citas otro texto de Pierre David, al que tuve ocasión de conocer y escuchar en París, en los cursos de postgrado a los que asistí, organizados en la Sorbona: “¿Para qué se consulta a un Psicoanalista? Hoy en día no es fácil responder a esta pregunta. El Psicoanálisis forma parte de nuestra vida cotidiana prácticamente en todos sus aspectos. Al parecer, ha dejado de ser sólo un medio de tratamiento de las dificultades psicológicas y está incorporado en todas las ramas de las ciencias humanas. Sus conceptos, a menudo desvirtuados y desnaturalizados, se utilizan en otras disciplinas. Los medios masivos de comunicación los hacen circular y corren el riesgo de convertirse en palabras vacías de un vocabulario desgastado (complejo de Edipo, libido, represión, super-yo...). Despierta las cóleras de hipócritas engreídos, defensores de un concepto reductor de “ciencia” y, por el contrario, llena de entusiasmo a un sector de la intelectualidad y a los filósofos jóvenes”.(Pierre David. “La sesión de psicoanálisis”)

miércoles, 21 de enero de 2009

¿FREUD DESCUBRIÓ EL INCONSCIENTE?

Buenos días, amigos: Teníamos aplazada nuestra cita para después de Reyes, pero en estos días recientes, entre bufandas y escalofríos, mi sistema neurovegetativo no me daba aliento para reemprender nuestra andadura psicoanalítica.
Ayer nuestra amiga Tánger sacudió mi semiletargo: ¿qué pasa con el blog? (me dijo en un encuentro inesperado) Todos los días me asomo a la ventana para salirle al paso...
Entonces abrí los ojos, y aquí me veo de nuevo con vosotros.

A partir de nuestros últimos comentarios sobre el gran Iceberg del alma, los continentes sumergidos de la mente, en varias ocasiones se me ha hecho la misma pregunta: ¿Es el Inconsciente mental un descubrimiento de Freud?

Tengo que aclarar que el concepto de lo inconsciente era conocido previamente a los descubrimientos de Freud, que la filosofía se había ocupado repetidas veces de este problema, como lo comentaré más adelante, y que en 1869 Hartmann había publicado un libro de gran difusión titulado Filosofía de lo inconsciente.

La aportación original de Freud fue sustantivar lo inconsciente, hacerlo sustantivo, no sólo adjetivo (“acto inconsciente”, “estado de incosciencia”).
-Freud se empeñó en hacer de esto un SABER: el saber de lo insabido o desconocido por la propia persona,
-hacerlo objeto de investigación con métodos especialmente diseñados para este fin,
-conocerlo como determinante subrepticio de comportamientos humanos
-y aplicarlo como espacio terapéutico desde el que reequilibrar los desajustes del psiquismo y sanar las patologías de la mente.



LA REVOLUCIÓN CULTURAL Y CIENTÍFICA DE SIGMUND FREUD

Obviamente, este descubrimiento de Freud vino a suponer una auténtica revolución cultural con respecto al conocimiento de la persona, del ente humano. Provocó, al mismo tiempo, una inversión de perspectivas en todas las disciplinas que se ocupan de algún modo de su interpretación, comprensión, educación o expresión: la Pedagogía, la Filosofía, el Derecho, la Medicina, la Moral, la Historia, el Arte....

En el estudio y la comprensión de las realizaciones humanas y de sus intenciones y motivaciones profundas, el Inconsciente pasa al primer plano de interés, más aún que el Consciente.

El “no puedo comprender por qué obré de esa manera” o el “no era yo mismo cuando hice eso”, empezaba a vislumbrar sus claves.

En sus Conferencias de introducción al Psicoanálisis, pronunciadas por Freud entre 1915-1918, en la sede del Colegio de Médicos de Viena, hace la conocida consideración de las tres humillaciones narcisísticas que había padecido sucesivamente la Humanidad: la infligida por Copérnico cuando dictaminó que la tierra no es el centro del universo, sino una simple motita de polvo cósmico dentro de la galáctica polvareda estelar; la que infligió Darwin al incluir a la humanidad en el reino animal, y considerar al hombre, “mono desnudo” (Desmond Morris), como eslabón en la cadena filogenética desde primates ancestros; y la tercera humillación, herida narcisista al orgullo humano, al demostrar al mundo que el Yo personal no es el cibernetes, dueño total de sus propios actos y de su propio destino, sino que en gran medida es siervo y esclavo de extrañas fuerzas de la mente, inconscientes e incontrolables.

Esto supuso una revolución cultural tan importante como lo fue, quizás, en la técnica, la invención de la rueda o la de la máquina de vapor. La autora del libro Psicoanálisis: una profesión imposible, Janet Malcolm, llega a utilizar el símil del terrorista que en el sótano de su casa prepara un artefacto para volar la cervecería del barrio y, sin darse cuenta, termina inventando la bomba de hidrógeno que hace volar medio mundo.

Hasta entonces las filosofías clásicas, y las ciencias aplicadas, pensaban que sólo había dos estados de consciencia posibles: el de inconsciencia, o inconsciente, cuando la persona está dormida, o desvanecida o drogada o en coma, y el de consciencia, o consciente, cuando la persona está despierta, en plena posesión de su inteligencia y de su razón, y es dueño y responsable total de sus actos y de sus pensamientos. Desde esta convicción se había entendido y fundamentado la filosofía, la pedagogía, la moral , la religión, la historia, el derecho, la psicología... Hasta que

Freud pone de manifiesto la influencia de mecanismos inconscientes, de razones y anhelos ocultos, subterráneos, que impulsan nuestros actos y determinan nuestros comportamientos. Y crea una ciencia para desvelar el Inconsciente y curar a las personas a través del Inconsciente.
Esta Ciencia es El Psicoanálisis.