viernes, 29 de mayo de 2009


¿CÓMO FUNCIONA MI YO? ¿Adónde se dirige?

Enmedio de estos tumultuosos calores preveraniegos, voy a hacer una reflexión sobre las funciones que realiza el YO, en cuanto que es una instancia dinámica del psiquismo, y está re-presentado por una personalidad actuante en la existencia, desde unos procesos psíquicos fundamentales que integran las tres funciones de autorregulación, adaptación y diferenciación.

Empezaré diciendo que, por su naturaleza dinámica, el YO se dirige a un objetivo existencial, primario, programado en su genoma original. No es otro que la autoconservación y la autoafirmación en la existencia, como dos caras del mismo objetivo vital. Para alcanzar este objetivo realiza una serie de funciones específicas, que yo concretizo en las tres ya mencionadas: La autorregulación, la adaptación y la diferenciación.

Ya dije que el ELLO es la instancia impulsora del funcionamiento de este aparato, el SUPER-YO la instancia represora o frenadora, y el YO la reguladora.
Para efectuar esta función reguladora, o autorreguladora, tiene que tener en cuenta,
a-por una parte, las exigencias, reclamos o necesidades del ELLO.
b-Por otra parte, las presiones, coacciones, amenazas del SUPER-YO.
c-Y en tercer lugar, tiene que actuar permanentemente frente a una realidad, con sus datos o estímulos positivos y negativos, en función de los cuales, y a la vista de sus objetivos existenciales, los primarios ya descritos, y los secundarios que derivan de su ideal de realización de cada persona, el YO organiza sus recursos y posibilidades, teniendo en cuenta al mismo tiempo sus limitaciones y sus carencias. Menninger afirma que toda la filosofía del Psicoanálisis se basa en el inteligente control de la conducta y no en una indulgencia arbitraria, licenciosa y agresiva.

¿Soy feliz?

Haré una breve referencia a la felicidad, a propósito de esta función autorreguladora del YO. Y diré que todos aprendemos, tarde o temprano, a conducir el automóvil, que derrochamos paciencia y perseverancia hasta conseguirlo, y que merece la pena que derrochemos paciencia, ilusión y perseverancia en aprender a autoconducirnos en camino hacia nuestros objetivos.

Añadiré que esto es la felicidad. Saber que dirigimos nuestra vida hacia nuestras propias metas y que avanzamos paulatinamente, con ilusión, paciencia, perseverancia y alegría, en ese camino.
Rabindranath Tagore escribió: “Mi corazón está triste porque no sabe a dónde lo están llamando”. Cuando sabemos a dónde nos llama nuestro corazón, y avancemos en ese camino, experimentaremos eso que se llama Felicidad.
Le escuché al cantante Carlos Cano, en una entrevista televisiva a raíz de una operación que le practicaron en Nueva York, que él se había preguntado muchas veces, como todo el mundo, qué es la felicidad, y que ahora, después de haber estado al borde de la muerte, ya lo sabía: La felicidad es vivir. Yo diría que sí, que es conectar con la vida que bulle dentro de nosotros mismos y que se expande, con el dinamismo de la alegría, hacia su plenitud.

Muchas personas orientan sus esfuerzos a liberarse de lo que no quieren ser, cuando lo importante es invertir las fuerzas en conseguir ser lo que se quiere ser.
Una persona normal, integrada y madura es la que orienta sus tendencias, regulándolas en la dirección de los objetivos personales de su YO y del propio sistema jerarquizado de valores.
Siempre suelo hacer referencia al mítico auriga de El Carro Alado de Platón. El auriga, que representa al YO en cuanto razón y voluntad, dirige a su caballo blanco (las emociones) y a su caballo negro (los instintos), hacía sus propios objetivos existenciales. Es una esclarecida imagen filosófica de lo que constituye al ser humano como autónomo, integrado y libre. La inteligencia como función del YO reguladora de las emociones y de los instintos, prolongada en voluntad en cuanto acción persistente encaminada hacia los objetivos intelectualmente decididos, es lo que hoy se entiende, con Goleman, por inteligencia emocional, que define a la persona integralmente inteligente, y representa al prototipo de la libertad y a ese hombre autorrealizado que delineó Abraham MASLOW.

La inteligencia emocional es, en definitiva, la que organiza nuestras emociones y la orientación de nuestra vida hacia el objetivo final, la Felicidad.

Insistiré en no confundir la voluntad con el deseo, lo que me gusta con lo que quiero.
La voluntad no es el deseo, sino la capacidad de dirigir el impulso del deseo y del gusto hacia los propios objetivos vitales de la persona.

jueves, 14 de mayo de 2009

REPRESIÓN Y ANGUSTIA. LA IMAGEN DEL YO



Seguimos nuestra reflexión sobre el YO, pieza fundamental del Aparato Psíquico y núcleo consciente de nuestra personalidad, aludiendo al fenómeno de la REPRESIÓN y al de la ANGUSTIA, sobre los que insisteré más adelante con mayor amplitud:
Al mecanismo que desplaza el recuerdo de la Consciencia Freud le llama Represión Los recuerdos desplazados de la Consciencia por la represión ejercen, a veces, un clamor constante, una insistencia desesperada, bloquean la realización de nuestras intenciones con actos fallidos, emergentes con frecuencia en sueños y pesadillas, tanto que pueden perturbar o descompensar el equilibrio del YO. (Pero esto voy a tratarlo enseguida, al hablar de la segunda instancia del aparato psíquico, el ELLO).

La buena y la mala angustia

A propósito de los sueños de angustia, o de la angustia que con frecuencia asedia al YO personal, quiero citar un pensamiento de Freud, de su obra de 1926, Inhibición, síntoma y angustia. Dice allí que la angustia es necesaria para la supervivencia del YO. Que sin la angustia el YO se sentiría indefenso frente a las amenazas externas o internas. La angustia, que fisiológicamente es una operación hormonal (supone la producción de adrenalina por las glándulas suprarrenales, y la absorción de esta adrenalina por la función beta, para fortalecer el corazón, acrecentar el nivel de vigilancia y preparar la acción ante la percepción sensorial de un peligro) es imprescindible para la supervivencia del organismo humano.
Sin ella, afirma Freud, “los seres humanos serían menos que humanos”. La angustia anticipa vivencialmente un peligro, un riesgo, frente al que el YO no tiene todos los recursos de control. Le sirve para prever la medida del riesgo y decidir qué debe enfrentar, qué hay que evitar, hasta qué punto debe temer.
Freud asegura que la educación, y también la psicoterapia, nos tiene que enseñar a saber dosificar el miedo y actualizar nuestros recursos ante el riesgo (incluida la decisión de tomar algún fármaco “betabloqueante”).
Este riesgo para el hombre primitivo pudo ser el asalto rugiente de un león o la presencia sibilina de una serpiente, mientras iba de caza por la selva. Para el ser humano de hoy puede ser una entrevista de trabajo, un debate político, pasar un examen médico o viajar en avión.

Funcionalmente, la angustia, y la ansiedad, son una reacción endógena del organismo, como respuesta, en carga energética, a los estímulos externos. La mente humana opera como una fábrica de transformación de esas energías al servicio del YO. Esas transformaciones son positivas, cuando se aplican en realizaciones útiles y adaptativas: creatividad, trabajo, autosuperación, amor

Cuando esas energías no encuentran vías de escape positivas y adaptativas, se originan síntomas desestabilizadores del equilibrio del YO, como pueden ser: descontrol de impulsos, somatizaciones histéricas, anorexia, reacciones fugitivas…, incluso el trastorno de ansiedad paralizante o el panic attac, cuando el YO no encuentra, o no organiza, vías de escape al caudal de energía intrapíquica acumulada.

Para Otto Rank, uno de los primeros seguidores de Sigmund Freud, toda reacción orgánica de angustia o ansiedad se produce por la pérdida de las seguridades existenciales. Esta reacción se manifiesta primariamente en lo que él llama el Trauma del Nacimiento, simbolizado por ese primer grito de angustia que todo ser humano emite al ser separado de la seguridad existencial que le supone el vientre materno. El enfrentamiento posterior, real o imaginario, de pérdida de seguridades vitales excitará la “alarma” intrapsíquica y encenderá en la mente del YO el piloto rojo de la angustia.


La imagen de mi YO

Terminaré estas primeras elucubraciones sobre el YO, la instancia más aparente del Aparato psíquico, citando la teoría de que la imagen del propio Yo, la consciencia de uno mismo, se va construyendo evolutivamente, a través de los años, a partir de experiencias personales e interpersonales.

-Esa consciencia integra, primero, las informaciones de sí mismo almacenada en el genoma original. Es lo que se puede llamar el Self.

-Con esta imagen se amasa la del Ideal del Yo. Eso que deseamos ser y que opera en nuestro comportamiento dirigiéndolo o corrigiéndolo. Es la imagen con la que nos comparamos, a partir de
*modelos referenciales,
*de valores social y culturalmente aceptados,
*de gustos personales y
*de exigencias y expectativas familiares.

-Además del Self y del Yo Ideal, existe el Yo del grupo, que funda nuestra Pertenencia: el factor de propia identidad que nos proporciona pertenecer a una raza, a una familia, a una religión, a una profesión...

-Hay que añadir el Yo del Rol, el papel que nos corresponde representar , con pautas de conductas muy determinadas, en nuestra función de padre o de hijo, o de esposo o esposa, de hombre o mujer, de director o subordinado, de médico o de taxista, etc.

-Y por último está la imagen de Yo que resulta de lo que se llama llama el Yo del espejo. Es la imagen que se refleja, como en un espejo, en lo que los demás ven en nosotros, en sus actitudes, sus reacciones, sus expectativas, sus comportamientos, de aceptación o rechazo. Sin olvidar que es la madre el primer espejo de conformación de la imagen del Yo.

Todas son experiencias auto-referenciales, con las que se va edificando y configurando evolutivamente la consciencia del propio YO, pieza fundamental del funcionamiento del Aparato psíquico descrito por Freud.

domingo, 3 de mayo de 2009

SOBRE EL "YO", SUS DESEOS Y SUS RECUERDOS

En mi lección anterior deje pendiente una 4ª consideración sobre esa instancia central del llamado por Freud aparato psíquico, constitutiva esencial de nuestra personalidad y de nuestra autoconciencia, que es el YO:

4ª consideración: El YO se construye en el presente. Había una sentencia, no sé de quien, que decía: construye cada día el edificio de tu YO con los mejores ladrillos de ti mismo, desechando los deteriorados o malformados. A ver si me explico: una trampa de nuestro idioma (quizás también una de sus riquezas) es hacer distinción entre los verbos ser y estar. Otros idiomas, el inglés, el francés, no los distinguen, utilizan el mismo verbo, être, to be. Quizás privan a la percepción de interesantes matices, pero la realidad es que se trata de la misma cosa: el que es, está; y el que está, es.
Cuando el YO no se instala mentalmente en el presente, sino que se traslada al pasado, que ya por definición no existe, o al futuro que todavía no es, el resultado es que no está, que no consiste, que vive como colgado del asa de una estrella, sin base real ni consistencia.

De esta sencilla consideración voy a sacar varias consecuencias:


1. Vivir el presente

Una es que el YO adquiere su consistencia en el presente, en el aquí, en el ahora mismo. Por supuesto que enriquecido con la experiencia del pasado, aunque desprendiéndose de lo peor que ese pasado pudo dejarle adherido. Lograr esta liberación de las adherencias perniciosas o negativas del pasado es una de las funciones más eficaces de la Psicoterapia, en cuanto que es, según Freud, como una “segunda educación”.

2. Proyectar el futuro

La segunda consecuencia se refiere al futuro. Saber mirar al futuro como una prolongación del presente. El edificio quedará construido mañana si lo empiezo a construir hoy, y si lo sigo construyendo cada hoy sucesivo. Si consisto no tengo que tener miedo al futuro: soplarán vientos, caerán aguaceros, pero el edificio permanecerá bien cimentado y construido. La vida individual marcha fuertemente impulsada y proyectada hacia un objetivo de crecimiento, autovalimiento y realización. El proyecto de futuro es importante, como el plano del edificio o la maqueta, en cuanto que alienta, estimula y le da sentido a las actuaciones constructivas de cada presente. Yo sugiero la matización lingüística de, al proyectar una acción o realización futura, no decir “voy a intentar...”, o “debería...”, que aplaza mi decisión a un incierto futuro, sino decir: “estoy dispuesto a...”, “quiero...” que me afirma en el presente y, desde aquí, pone en marcha el impulso de mi decisión. He leído que la lengua de los indios Hopi no tienen palabras para referirse al tiempo. Los verbos de esta lengua carecen de pasado y de futuro, todo es un presente lineal...

3. Estar despierto

La tercera consecuencia es que vivir en el presente es estar despierto, que es el centro de la doctrina milenaria de Buda. El pasado y el futuro son un sueño. Y lo que nos unce al presente, lo que nos reconcilia con él, lo que lo convierte en el kairós de la mentalidad griega clásica, es el goce, el poder disfrutarlo. Lo que nos produce fruición nos despierta a la realidad, presente en el presente. Este es el sentido del “carpe diem” de Catulo, que rememoró la película El club de los poetas muertos.

Pienso que la vida, así expresada como totalidad, no existe, es una abstracción. Lo que existe es cada momento vital. Suelo pensar que cada día nacemos, re-nacemos, y que, al perder por el sueño la consciencia de uno mismo y de la realidad, cada día morimos. Cada noche el YO se disuelve y cada mañana lo re-inventamos (el verbo latino invenio significa "encontrar"), nos lo encontramos de nuevo, sin más guión que el de una cierta continuidad de costumbres y compromisos, por los que el YO se recupera en su autoconsciencia referencial. Y me digo que la vida no es un problema a resolver, que es una realidad a experimentar en cada memento. Y que no tiene otro sentido sino el que yo en ese momento le de, por supuesto mirando a su prolongación en el futuro y con el recuerdo de su itinerario hasta este momento presente.

Y suelo comentar que nuestro YO renace cada día con un nuevo cargamento de amor y de goce (que vienen a ser lo mismo) para gastarlo ese día.. Y me conforta recordar el dicho del sabio: “El amor pasajero es de quienes sólo aman lo extra-ordinario. El amor duradero es el de los que aman lo ordinario, porque amándolo lo hacemos extraordinario”.

El amor exclusivizado a lo extra-ordinario adecua el deseo del YO con su fantasía, y lo hace incompatible con la realidad actual. Y es que la realidad supone una toma de consciencia del límite de las posibilidades, que adecua el amor a lo ordinario, conforme a la sentencia del sabio: “el Yo feliz no es el de quien tiene lo que quiere, sino el de quien quiere lo que tiene”.

En el budismo se dice que el deseo del nirvana impide el nirvana. Porque el deseo desarraiga al YO de la realidad presente y lo coloca mentalmente en el momento de su consecución. La esperanza, sin embargo, instala al YO en el presente: lo que hagas hoy tendrá sentido mañana, lo que hoy siembres, se recogerá mañana, porque según la ley del efecto mariposa "el aleteo de una mariposa, hoy, podrá provocar, mañana, un huracán en algún lugar".


¿Por qué recordamos?

Sólo quiero añadir algo sobre el recuerdo. Recordar es hacer presente al cor (en latín), al corazón. Algo así como una revibración del corazón. Para Adler, los recuerdos tienen una función de amonestación al YO, o de estímulo en su presente, en su aquí y ahora. Y lo que el YO olvida es lo que sale fuera de esa función selectivamente orientada a la única finalidad del dinamismo individual de cada YO. Que, en la teoría de Adler, es su autovalimiento y autopotenciación.

Alguna vez escribí que en la alacena del olvido es donde se conservan los mejores recuerdos. En el olvido, los contenidos del recuerdo, fuera del campo de la consciencia, quedan diluido en sentimientos, que determinan actitudes y puntos de vista orientados hacia el mismo objetivo final de autovalimiento y realización.

El concepto de Freud en este punto no es totalmente coincidente con el de Adler. Según Freud, olvidamos lo que entra en colisión con la imagen de nuestro YO. Es un mecanismo de defensa para salvaguardar la armonía de la consciencia frente a la emergencia de necesidades inconscientes que incompatibilizan con la imagen del YO o con sus objetivos existenciales. Es lo que desarrolla en su famoso libro Psicopatología de la vida cotidiana.

sábado, 18 de abril de 2009

SOBRE EL "YO"

En este día de abril, lluvioso y desangelado, y por no frustar las expectativas de nuestra estimulante amiga Tánger (en realidad no sé si hay alguien más interesado), voy a continuar las consideraciones sobre esa primera instancia del psiquismo personal que conocemos como el YO.
En la lección anterior presentamos dos consideraciones. Continuamos con la 3ª:

3ª consideración: Como he intentado explicar, la imagen del YO se va perfilando a través de experiencias de percepción de la realidad objetiva y de la toma de consciencia de las propias reacciones de autorregulación (emocional, cognoscitiva y motora-conductual) frente a esa misma realidad. Puedo poner ejemplo de canciones en las que se pone de manifiesto la referencia a una imagen del propio YO conscienciada y autodefinida: “Yo no soy esa que tu te imaginas”,o “Yo soy aquel que por las noches te persigue”.

Esto supuesto, es interesante explicar, por contraste, en qué consiste la esquizofrenia, en cuanto que es un proceso malogrado, o dañado, de la formación de la autoconsciencia y definición del YO.
La esquizofrenia supone una deformación o pérdida de autoconsciencia de la propia realidad, y una despersonalización de la psique individual.

La integración unitaria del YO queda destruida, o dividida (recuerdo el famoso libro de Laing, del movimiento que se llamó “antipsiquiatría”, El Yo dividido) debido a que fuerzas emanadas del Inconsciente interfieren y arrasan al YO personal. En el cine se ha presentado muchas veces, de modo muy plástico e impactante, este fenómeno, en películas como El estrangulador de Boston, Diario de una esquizofrénica... Se podrían citar muchísimas más.

Podría proponer un nuevo objetivo terapéutico y psicopedagógico: No dar por cerrada la imagen de mi YO: completarla y enriquecerla puede ser una función y un objetivo psicopedagógico durante toda la vida de la persona.

En el cuento de la diferencia entre ciencia y sabiduría, que ya he relatado, se dice que del libro de uno mismo salen ediciones corregidas y ampliadas casi cada minuto. Yo escribí sobre esto en mi libro Viajes hacia uno mismo, y voy a aportar el texto:

Hay momentos, situaciones en la vida, en nuestro fluvial decurso evolutivo, en los que configuramos, perfilamos, acuñamos una imagen de nosotros mismos, y después nos aferramos a ella, como si el río de la vida se hubiera detenido en su curso, como si nos dijéramos "así soy yo, definitivamente", en una determinante fijación evolutiva.

Suelo entonces pro-poner, poner-en-frente, como contrastación dialéctica, el concepto -tan antiguo como el "panta rei" de Heráclito de Éfeso, o como las coplas doloridas de Jorge Manrique- de nuestro permanente fluir. "No somos", les contesto a quienes afirman autojustificadoramente "es que yo soy así", o a quienes interrogan "quisiera saber cómo soy: "no somos, les contesto, "sino que vamos siendo". Yaveh Dios se define, en la Biblia, como "el que es", definitivamente, como el mar, con su presencia completa, total e inmutable en su propio movimiento de vida en plenitud. En contraposición, el hombre se tendrá que definir, esencialmente, como el que no es, sino que va siendo, evolutivamente, progresivamente, acumulativamente, como el río.

No ir por la vida, ni caracterizar a los demás de torpes, o de listos, de feos o de bonitos, de vagos o diligentes..., porque alguna vez nos comportamos, o se comportaron así, o porque fue el rol que asumimos, o asumieron, en un momento dado. No quepa la menor duda de que, en el decurso de la vida o de la evolución, se irán incorporando a la imagen de uno mismo nuevos aspectos que completan, compensan o corrigen el bosquejo autoconsciente anteriormente configurado.



El Ideal del Yo

De lo anteriormente expuesto deduzco que para ir construyendo la identidad del propio YO, lo esencial no es preguntarse cómo soy, sino cómo deseo ser. No es coherente justificarse con el consabido “es que yo soy así”, “tienen que aceptarme como soy”... Ya que la identidad del YO no es algo que se tiene, sino algo que se construye. No es un ser sino un quehacer, un proyecto en continua construcción y realización. Lo leí en una novela muy antigua La máscara de carne. Terminaba diciendo que el verdadero rostro de nuestro YO es el de nuestro ensueño, es decir: el deseo de lo que queremos ser.

Es así como se va conformando el concepto de Ideal del YO (insisto en no confundirlo con el YO ideal del que trataremos más adelante, a propósito del SUPER-YO), concepto fundamentalmente axiológico o valorativo, que se integra en la consciencia y la preconsciencia de uno mismo, y que opera en la línea dinámica de la propia superación y autorrealización, como la fuerza motivacional más vigorosa del ser humano.

Dejo para la lección de la próxima semana una 4ª consideración sobre el YO, y de ella sacaremos varias consecuencias terapéuticas y psicopedagógicas.

miércoles, 1 de abril de 2009

Yo, Ello, Super-Yo

En esta primera mañana del recién nacido abril, con los cielos cubiertos, amenaza de lluvia y frío rechinante, retomo mi tarea semanal…
Como ya os señalé en la lección anterior, la segunda descripción del psiquismo personal, desarrollada por Freud en su libro El Yo y el Ello, presenta una Teoría del funcionamiento dinámico de nuestro psiquismo y una original concepción de la estructura de nuestra Personalidad.

La fundamenta Freud en tres sistemas de fuerzas en tensión permanente, que él denomina instancias (de instar, ejercer presión).

Una instancia impulsora que es el ELLO,
una instancia represora que es el SUPER-YO,
y una instancia reguladora que es el YO,

como el motor, el freno y el volante de un automóvil.


(Aquí he intentado poner un gráfico de las tres instancias y no he logrado hacerlo. Lamento mi impericia).




¿Dónde se encuentra mi YO?

Aprovechando el mismo esquema gráfico de la primera descripción tópica, diré que en el núcleo de la esfera Consciente se ubica el YO.

Frente a este primer esbozo de representación gráfica, voy a hacer cuatro observaciones o consideraciones:

1ª.- Una primera consideración es que nuestra realidad psíquica es mucho mayor, mucho más extensa, que nuestro YO. El YO viene a ser como la cresta del iceberg que emerge sobre la superficie, pero que deja sumergida e invisible una gran extensión de su realidad. De aquí se desprende un importante objetivo psicopedagógico: enriquecer el YO con una exploración más profunda y extensa de la propia realidad personal.

El “nosce teipsum” de Sócrates adquiere en esto su plenitud de significado: ampliar la autoconsciencia, reconocer y estructurar las motivaciones valorativas que impulsan y orientan nuestros comportamientos, definir al auténtico Ideal del YO (ya señalaré su diferencia con el YO ideal, que pertenece a la esfera del SUPER-YO).

Y desde este autoconocimiento acrecentado, desarrollar y potenciar la función fundamental del YO, que es la autorregulación. Mientras más extensa sea el área de autoconocimiento , mayor será la posibilidad de autocontrol y autorregulación.

2ª consideración: El YO viene a ser ese conjunto de datos sobre uno mismo que identificamos como propios y que enfrentamos a la realidad exterior. Es como un recorte de sí mismo, en medio de la realidad envolvente. Aunque lo que se recorta y se perfila de sí mismo es también una parte solamente de esa amalgama que constituye su realidad total a la que ha llegado la autoconsciencia. La otra parte de nuestra propia realidad total, la sumergida en el Inconsciente, al no pertenecer a la esfera identificada del YO, Freud la denominó el ELLO.
El niño al nacer es puro ELLO, una amalgama de energías impulsivas no reconocidas ni controlables, puesto que no existe todavía un YO capaz de autorreconocimiento y autocontrol. Tampoco se distingue de la realidad exterior, cuyo dato más importante en ese momento existencial, el pecho de su madre, lo experimenta como una prolongación de sí mismo. Esta es la teoría de Melania Klein. Por eso puede ser tan traumático y mutilador la separación del pecho materno si no se le proporciona paulatinamente objetos transicionales como el chupete, el peluche etc., tal como lo explica magistralmente Winnicott en “El proceso de maduración del niño”.

El niño se mira al espejo y no se reconoce. Y, a medida que va adquiriendo y organizando, muy rudimentariamente, datos sobre sí mismo, aprende a decir NO, que es un modo de independizar y diferenciar su YO de la realidad exterior, y aprende a decir MÍO. Es así el nacimiento de la autoconsciencia, como paulatino alumbramiento de la propia identidad, a partir del enfrentamiento con la realidad objetiva, la de uno mismo y la circunstancial. A partir de ahí ya empieza a reconocerse y a sonreírse a sí mismo ante el espejo.
Si me decido a explicarlo desde el punto de vista neurofisiológico, diría más o menos esto: que el niño, desde que pone pie en la existencia, en el medio cósmico, está sometido a un hervidero de estímulos, tanto a los interiores de su organismo (hambre, frío, calor, picor, dolor...) como a los exteriores. El sistema nervioso va filtrando permanentemente un caudal de informaciones. El cerebro los va seleccionando, los va organizando, y los va reconociendo paulatinamente al aplicarle el lenguaje que los clasifica y los convierte en ideas (palabra que deriva del griego eidos y que significa representación). Estas re-presentaciones de los estímulos provocan reactivamente impulsos, que se canalizan en emociones y sentimientos, y activan el movimiento que determina la acción... Todo esto a nivel fisiológico supone la movilización de miles de millones de neuronas dirigidas por unas pequeñas conexiones que se llaman sinapsis. Hay un libro, ahora no recuerdo de qué autor, que se titula El hombre neuronal, porque es así como se constituye la persona a nivel neurofisiológico, a través de una red conexionada por neuronas que van procesando y transmitiendo todo ese complejo mecanismo cerebral.
Con estas reflexiones pretendo decir que el centro, el eje, el cibernetes de todas esta operaciones es, al nivel que se refleja en el sistema Consciente, el YO, que en cada persona se constituye de un modo totalmente singular y único: de donde se va derivando su singular y única personalidad.

Dejo la 3ª consideración para la lección de la semana siguiente a las festividades de Semana Santa.

jueves, 26 de marzo de 2009

LA PERSONALIDAD, UN SISTEMA DE FUERZAS EN INTERACCIÓN




Creo haber ya aclarado que el descubrimiento del Inconsciente no es un hallazgo exclusivo y totalmente original de Freud. Un siglo antes, el poeta romántico Coleridge había hablado de los reinos crepusculares de la conciencia, y el mismo Goethe apuntó la idea de que en la psique existen varias capas de profundidad. El poeta Wordsworth, que había confesado mantener relaciones inconscientes con la belleza, había escrito estos versos: “Hay en mi mente cavernas /a las que el sol nunca podría llegar”. Herbart, Schopenhauer, Nietzsche intuyeron la existencia de fuerzas inconscientes de la mente. El mismo San Agustín había hablado, en sus Confesiones, de una reserva ignorada, más allá de la memoria, donde se guardan recuerdos. Hartmann escribió una Filosofía del Inconsciente y Theodor Lipps afirmó, hace más de un siglo, la existencia de procesos inconscientes. Shakespeare también había señalado motivaciones ocultas de los actos humanos, desconocidas por la propia consciencia. Freud lo aceptaba, se inspiraba en ellos, y reconocía que los escritores “se abrevan en manantiales que todavía no hemos encontrado para las ciencias”. Pero su gran contribución consistió en tomar esta noción, indefinida y poética, investigarla, estudiarla, otorgarle precisión y definición, convertirla en el fundamento de una psicología y de una terapéutica. Como el Adán bíblico fue asignándole nombre a las cosas contempladas, él fue especificando y nominando los contenidos de la psique, describiendo los fondos ocultos del inconsciente, así como su potente y dramático dinamismo de expresión.

¿CÓMO FUNCIONA MI MENTE?

El pensamiento de Freud va procediendo incansablemente, a partir de una cuestión directriz: ¿Cómo funciona la mente? Y desde ahí, inicia una caminata, mientras que describe minuciosamente los planos de los territorios que explora. Hasta ahora ha delineado dos planos fundamentales, como las dos caras del territorio de la Luna: El Consciente, iluminado y brillante, y el Inconsciente, oscuro y misterioso; con un terreno gris intermedio, el Preconsciente. Eran hallazgos provisionales, sobre los que él, con escrupulosidad científica, sigue buscando constantemente datos de verificación y confirmación.
Y así, siguiendo un riguroso itinerario intelectual, se adentra en un nuevo campo: Las tres instancias dinámicas de la Psique: el YO, el ELLO y el SUPER-YO. A este nuevo plano de la mente le llama él su Segunda Tópica.


Una segunda exploración del territorio mental


La primera descripción tópica la presentó en 1900 en el capítulo VII de La Interpretación de los Sueños, completando lo que ya había pergeñado en 1895, en Proyecto de una Psicología científica, y en sus cartas a Fliess desde 1986. Finalmente lo deja sistematizado y rematado en los Textos Metapsicológicos de 1915.

Esta segunda descripción tópica la va elaborando a partir de 1920, y le hace su presentación oficial en 1923 con su libro El Yo y el Ello. Al final de su vida, en 1938, en el libro póstumo que la muerte le impide completar, Esquemas del Psicoanálisis, intenta integrar y armonizar las dos descripciones tópicas.

miércoles, 18 de marzo de 2009

EL INCONSCIENTE

En esta mañana, que amanece clara y templada, anunciando ya la luz de la próxima primavera, recojo lo último que os dije en la lección anterior: que el Inconsciente es el depósito de todo lo que ha quedado desplazado del campo de la consciencia y de la preconsciencia.

También podría decir que es el archivo de todas las experiencias olvidadas o reprimidas, incluso de las experiencias del proceso de evolución de la humanidad y transmitidas genéticamente en las células germinales. Este sería el Inconsciente Colectivo, la gran aportación de Jung a la epistemología psicoanalítica. Él lo define como “el sedimento de todas las experiencias de la humanidad desde sus orígenes más oscuros” y es donde se albergan esas ideas prototípicas universales que Jung denomina Arquetipos: la idea de Dios, o la de Padre o de Madre, de Héroe, la de la Culpa, etc. Aunque muera el padre real de un individuo, su padre inconsciente, mezcla del arquetipo y de la experiencia singular, sigue influyendo de algún modo en su interior psicoemocional.

No hay una sola experiencia que haya salido del fondo de uno mismo. Todas están archivadas; y aquellas que creía olvidadas se conservan en el Inconsciente personal, y desde allí siguen influyendo subterráneamente en mis sentimientos, mis pensamientos y mi conducta.

Esto explica fenómenos como el conocido “dejá vu” que nos hace tener la sensación de que ya habíamos estado en un lugar al que hemos ido por primera vez, o que ya habíamos visto a una persona que por primera vez se nos presenta. Y es que se dan, con ocasión del lugar o de la persona, una concurrencia de sensaciones, que conectan con otras similares conservadas en el Inconsciente.


EL MOTOR DE LA REPRESIÓN

Aquí juega un papel importante ese mecanismo psicológico llamado Represión, que deja enterrados en el Inconsciente recuerdos, experiencias, afectos, impulsos...Los cuales se conservan precisamente por haber estado enterrados. Freud lo compara con los objetos hallados por los arqueólogos, después de haber estado durante muchos siglos enterrados en las tumbas. Se hubieran perdido de no haber permanecido enterrados, “inconscientes”.
Al mecanismo de actuación del material enterrado en el Inconsciente, Freud lo compara con el conferenciante que, durante su conferencia bien preparada, se ve interrumpido por las voces, los comentarios, las carcajadas y las imprecaciones de un grupo de los asistentes. Los guardas jurados de la sala (que Freud denomina la “censura”) los echan afuera y cierran la puerta (este es el símil de cómo actúa la represión). Pero ellos, desde el lugar al que han sido desplazado, desde fuera de la sala y de la vista de los otros asistentes, siguen dando gritos y golpes en la puerta que alteran la armonía y el orden de la sala e impiden al conferenciante centrarse en su conferencia.
La solución que Freud propone es que salga el conferenciante de la sala, busque a los alborotadores, los conozca, les hable, les proponga que de algún modo contribuyan, que se integren con los demás en beneficio de todos. Y este es, metafóricamente expresado, un primer enfoque del Psicoanálisis como Terapia. Entrar en la esfera custodiada del Inconsciente, desenterrar las energías ocultas, las necesidades reprimidas, los recuerdos (olvidos) perturbadores, y organizarlos a nivel consciente del modo que sea adaptativo con la realidad, equilibrado para el psiquismo emocional y conveniente para la persona.


Freud nos avisa que el Inconsciente es “la palestra donde se dan las verdaderas luchas y los conflictos psíquicos”. Precisamente porque se trata de fuerzas descontroladas (fuera del control consciente), enemigos a la espalda o animales encerrados, hambrientos... Y cuando se accede al Inconsciente a través de la terapia psicoanalítica “se pueden desmoronar los conflictos y los complejos solidificados, como los edificios de Pompeya cuando, tras descubrir la capa de lava que los había mantenido sin cambio durante dos mil años, se vieron expuestos de nuevo al viento, al sol y a la lluvia”.

La metáfora arqueológica era especialmente querida por Freud: “En Psicoanálisis, como en la arqueología, hay que excavar hondo hasta llegar a algo significativo”. Y hablándole de sus descubrimientos a su amigo Fliess, exclama con entusiasmo: “Es como si Schellemann hubiera desenterrado de nuevo la legendaria Troya”.


miércoles, 11 de marzo de 2009

LAS BODEGAS DE LA MENTE: PRE-CONSCIENTE e IN-CONSCIENTE



Con la primavera apuntando ya en los brotes color violeta de las jacarandas del parque, y descendido de las alturas filosóficas a las que nos elevó José Mª, y de las colinas hermenéuticas de Tánger, voy a seguir analizando lo que Freud denomina el Aparato Psíquico.

Hasta la semana pasada estuve exponiendo la configuración de una de sus piezas, el Consciente. Otra pieza de este Aparato se llama (la llamó Freud) Preconsciente. Lo voy a despachar pronto, porque no es un concepto especialmente importante, ni difícil de entender.

El Preconsciente abarca todo lo que no está inmediatamente dentro del campo iluminado de la consciencia psicológica, pero que puede ser evocado y reconocido con algún esfuerzo. Como datos que están extraviados dentro de un fichero y que sólo es cuestión de buscarlos, porque sabemos que están allí. Algo así como “lo tengo en la punta de la lengua” de nuestro lenguaje coloquial...


SOBRE EL INCONSCIENTE

Y pasamos a estudiar la tercera pieza de este Aparato Psíquico, el tercer componente tópico del psiquismo, según la gnoseología de Freud, que es su gran aportación científica y cultural: El Inconsciente.

Ya dijimos que la importancia cultural de Freud, la que le hace estar en las listas de las 1000 personas más influyentes en la Historia de la Humanidad, o entre las 100 personas más significativas del milenio que acabamos de rebasar, es haber descubierto, o haber dado las grandes pistas para descubrir el significado profundo de la conducta humana. Las estructuras subterráneas, las dimensiones, las motivaciones, los mecanismos y dinamismos ocultos que subyacen a nuestro comportamiento, sea el comportamiento intelectual, afectivo o el de acción, la cara oculta de la Luna, la dimensión sumergida del Iceberg...
Todo esto es la aportación cultural de Freud al progreso de la humanidad. La llave para entrar en el sótano, en el desván, en lo más profundo de la casa interior de una persona, y para descubrir y descifrar el significado profundo de su estar-en-la-existencia, del actuar humano, esa llave lleva la efigie de Sigmund Freud. Y si nosotros queremos y estamos dispuestos a emprender esta aventura espeleológica, tendremos que hacerlo de la mano y a la luz de la linterna intelectual de Sigmund Freud.

Naturalmente, hay otro objetivo implícito al intentar adentrarnos, con Freud, por los vericuetos del Inconsciente: el de darnos pistas para nuestro propio descubrimiento profundo, entrar en el dédalo, como Teseo con el hilo de Ariadna, de nuestro inconsciente personal y desvelar los móviles ocultos de nuestro propio modo de actuar y de ser, y llegar a aceptarnos y a integrarnos mejor como personas. Recuerdo la historia de Tony de Mello de aquel sabio a quien le preguntaron sobre la diferencia entre la ciencia y la sabiduría. Respondió que a la Ciencia se llega estudiando muchos libros; a la Sabiduría estudiando uno sólo: el libro de uno mismo. Pero, añadió, de este libro salen nuevas versiones casi cada minuto de su vida. Y no sé si ya he citado una reflexión de Harry Guntrip de su libro El self en la teoría y la terapia psicoanalítica: “Hemos llegado a un estado de cosas en que es evidente que el problema humano fundamental no es el de comprender y dominar las fuerzas físicas del universo, sino el de comprenderse a sí mismo y el de encontrar los medios para ayudarse a sí mismo y ayudar a los de más a lograr una auténtica realización personal”.

A propósito del binomio ayudarse a sí mismo- ayudar a los demás, les recordaré la historia de aquel sabio oriental que había llegado a la cumbre de la Iluminación y la Sabiduría, y reflexionaba así: Cuando yo era joven quería transformar el mundo. Cuando fui madurando, comprendí que la ambición juvenil era imposible y me esforcé en ayudar y hacer el bien a los que me rodeaban. Ahora que estoy en la plenitud de mi vida, sólo quiero ayudarme a mí mismo que es el único modo de que se beneficien todos los demás.

Toda esta digresión era para llegar al tercer componente del psiquismo, el más original y fundamental en Psicoanálisis, la tercera pieza que integra la estructura del famoso Aparato, que es el Inconsciente.

Tendré que decir, para empezar, que es el depósito de todo lo que ha quedado desplazado del campo de la consciencia y de la preconsciencia.

Pero volveremos a ello en la microlección de la próxima semana.

jueves, 5 de marzo de 2009

Un “test” para clasificar el funcionamiento de la Consciencia individual




En esta mañana que está lluviosa y cenicienta, voy a seguir haciendo, sobre la marcha que iniciamos la semana pasada, algunas aportaciones y elucubraciones que pueden ser interesantes para comprender, según los principios del Psicoanálisis, la organización funcional de eso que hemos llamado el sistema Consciente, y también de sus perturbaciones.

El test de Jung sirve de instrumento para analizar los parámetros de nuestra autoconsciencia, las disposiciones fundamentales de nuestro Consciente personal.
Es una técnica introspectiva para comprender la personalidad del individuo, su modo específico de comportarse, su modo singular de procesar las experiencias y de orientar sus energías vitales (libidinales, diría Freud) en su encuentro adaptativo con el mundo.

Para Jung ese Consciente estaría constituido por dos disposiciones predominantes y por cuatro funciones específicas que orientan y procesan nuestras experiencias individuales.

Las dos disposiciones fundamentales son: la Introversión y la Extraversión, que ya configuran dos tipos definibles de ser y estar en la vida: el de personalidad introvertida y el de personalidad extrovertida, según mantenga una autoconsciencia más directamente en contacto con el mundo interno y subjetivo, con las repercusiones que la realidad interior producen en él (como dentro de la caverna de Platón), o tenga la consciencia más orientada al mundo exterior en respuesta a los estímulos exteriores inmediatos.

La persona introvertida encuentra sus gratificaciones básicas y sus fuentes de interés en el interior de sí mismo, y la persona extravertida las encuentra en sus relaciones con los demás y con el medio. El extrovertido ve las cosas de afuera, el introvertido se ve a sí mismo. El introvertido es más especulativo, el extravertido más práctico. El extravertido más resolutivo, el introvertido más dubitativo.

Y las cuatro funciones, como ventanas del sistema consciente, desde donde vemos la realidad y a nosotros mismos, desde donde recibimos los estímulos interiores y exteriores a nosotros y procesamos las experiencias, son : La Percepción, la Intuición, el Sentimiento y el Pensamiento.

Es decir: tomamos consciencia de nosotros mismos en la existencia y de la realidad exterior percibiendo, intuyendo, sintiendo (afectándome) y pensando.
-Desde la ventana perceptiva tengo consciencia, por ejemplo, de que aquí hay algo, percibo una forma, un color, un olor, un ruido;
-con el pensamiento digo que es un perro, lo identifico con cuadrúpedo canino de raza boxer (por ejemplo);
-el sentimiento me induce a expresar complacencia, qué bonito; y
-con la intuición conozco que me puede morder y me acerco con cuidado.

En todas las personas operan las cuatro funciones en la toma de consciencia de la realidad, exterior o interior, aunque en cada persona individual algunas funciones predominan sobre otras, determinando ocho tipos de personalidad o modos de estar en la existencia, según se combine su función predominante con la orientación fundamental extravertida o introvertida.
Conviene tener en cuenta que la función Pensamiento depende de la Sensación, que ya decían los antiguos “nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu”.

De aquí que cuando el pensamiento se aleja excesivamente de la sensación, que es la ventana más inmediata a la realidad exterior, se pueda originar la patología autista, la patología del pensamiento introvertido sin ventanas a la realidad, y así mismo el delirio, la esquizofrenia, la psicosis.

Igualmente la pura percepción introvertida podría originar alucinaciones, y la función perceptiva unida a la función sentimiento, cuando no está mediatizada por una función de pensamiento discriminativo, podría promover esa reacción del instinto animal impetuosa e indiscriminada ante los estímulos, que es lo que caracteriza a la psicopatía (que en la clasificación nosológica actual se inscribe en el cuadro llamado patología bordeline)

La neurosis supondría un proceso deficiente y desproporcionado de la reacción afectiva, la función sentimiento, frente a la percepción, con desactivación de la función discriminativa del pensamiento (hipocondría, fobia, depresión vital, distimia...).

La psicopatía se origina por descontrol de los impulsos instintivos.
La neurosis, por desajuste de la afectividad y desproporción de las reacciones emocionales.

Sin embargo, el aprovechamiento de la función perceptiva con el refuerzo de la intuitiva facilitaría el pensamiento divergente, base de la creatividad.

Los filósofos antiguos hablaban del conocimiento por connaturalidad, que supone una asimilación afectiva del objeto del conocimiento, de los datos de la percepción elaborados por el pensamiento.
Se le llamaba también conocimiento interno, el que da confirmación al pensamiento de Pascal sobre las razones del corazón , o al de Saint Exupery de que sólo conocemos con el corazón, la verdad es invisible a los ojos.
Con “los ojos” se refiere al conocimiento puramente especulativo o científico, que solo se procesara por la función pensamiento, y que da origen a toda la filosofía etiquetada como Racionalista. Ese, por ejemplo, “teórico de la castidad que no es casto” sobre el que reflexiona Santo Tomás de Aquino. Y piensa también Santo Tomás que la voluntad es una facultad indesligable del conocimiento, de la función pensamiento.


Pero distingue Santo Tomás entre voluntad electiva y voluntad afectiva, y a ésta la define como la facultad psíquica que dirige tenazmente los propios deseos a los propios intereses y valores, objetivamente conocidos y asimilados, y afectivamente interiorizados y amados. En definitiva es lo que hoy se entiende por Inteligencia emocional, en cuanto que la actividad rectora es la inteligencia, organizadora de la acción voluntaria, reforzada por la afectividad y dirigida al objetivo final de plenitud emocional, la Felicidad.

miércoles, 25 de febrero de 2009

¿Cuándo se forma el Consciente?


El aire fresco de esta maña tiene ya sabor y aromas de anticipada primavera…

Podría añadir a la micro-lección de la semana pasada alguna reflexión sobre el desarrollo ontogenético y filogenético de esta función operativa llamada en psicoanálisis Sistema Consciente.

Cómo se origina en cada ser (que es la ontogénesis) y cómo se ha originado en la evolución de la especie (que es la filogénesis).
La formación ontogenética de la Consciencia

La formación ontogenética del Consciente, que se va realizando a través de la consciencia psicológica, supone un proceso de elaboración de información, tanto de la intrínseca y autopsíquica, es decir: la que proviene de las sensaciones del propio organismo, originadas en el interior de uno mismo, como de la extrínseca o alopsíquica, que proviene de estímulos exteriores.
El niño llega a la existencia, según una teoría no universalmente acordada , “tamquam tábula rasa”, como dirían los clásicos(también se piensa que el ser viene a la existencia con estructuras cognitivas básica).
Ese espacio mental, que hemos denominado Consciente, podemos considerarlo como una pantalla en blanco en la que progresiva y evolutivamente, a medida que se van recibiendo y elaborando las informaciones, se forman unas estructuras mentales que permiten la creación de modelos de conocimiento para seguir interpretando la realidad interior y exterior, y estereotipos de comportamiento para reaccionar frente a ella.
(Lo mismo se podría decir partiendo de la teoría de que el ser humano viene a la existencia con estructuras mentales básicas, genética,ente trasmitidas).

Esto precisamente es lo que fundamenta la importancia clínica del famoso Test de Rorschach, el conocido como test de las manchas de tinta. En realidad esas láminas con manchas de tinta no representan nada, pero constituyen un conjunto experimental de estímulos frente al que la persona pone en funcionamiento, en situación de prueba, sus moldes psicoperceptivos, y proyecta sus modelos de conocimiento y sus estereotipos de reacción que construyen su propia realidad y constituyen el comportamiento singular de cada persona.

Es obvio que muchas personas basan su autoconsciencia más en fantasías subjetivas sobre sí mismo o sobre la realidad, que en los datos objetivos:
En un extremo estaría el trastorno psicótico, la patología delirante de D. Quijote pensando de sí que era el Caballero de la Triste Figura perseguido por molinos de viento.
Y, sin llegar a la desviación patologica, estaría también el artista que recrea subjetivamente la realidad, como hacen los pintores expresionistas. Como ejemplo podría citar algún poema: “Hay algo que me dice / que la voz de tus ojos / es más profunda que todas las rosas / Y que nadie, ni siquiera la lluvia, / tiene las manos tan pequeñas”. Valga de ejemplo este precioso poema, en el que los ojos hablan, y la lluvia tiene manos, citado en una película de Woody Allen.


Formación Filogenética de la Conciencia

Filogenéticamente parece ser, según interpretan los antropólogos, que la consciencia individual se fue formando con posterioridad a una consciencia colectiva ya existente.
Es decir, que el sistema Consciente que ahora analizamos como componente de cada individuo se fue desarrollando paulatinamente a partir de un Consciente grupal, de muy larga duración filogenética, en un proceso que Jung denomina de diferenciación.
No es de extrañar, porque todavía este Consciente colectivo opera en fenómenos de masa, donde la diferenciación personal queda muy difuminada y la estimulación emocional desborda a las individualidades que la forman. Es el fenómeno “Fuente Ovejuna”.
Incluso los prejuicios personales de raza, de clase o de religión y los comportamientos que de ellos emanan, pertenecen a la participación en una Consciencia colectiva.
Una de las funciones de un fenómeno tan universal antropológicamente ncesario como es la Fiesta consiste precisamente que nos libera de los límites de nuestra individualidad y nos revincula en una consciencia recuperada de colectividad.
Hasta la próxima semana, amigos.

miércoles, 18 de febrero de 2009

TOPOGRAFÍA MENTAL


El día ha amanecido con luz clara, y con cielo sereno y navegable. He recordado unos versos de mi paisano poeta Rafael Montesinos. Más o menos dicen así: Está la mañana clara.../ Porque está clara mi alma / no porque sea la mañana. Estoy seguro de haberlo experimentado al pie de la letra. Luego leo la entrada de nuestra amiga Tánger, y descubro entre líneas todo lo que para ella, en estos momentos, significa… Un abrazo, amiga Tánger. Estamos contigo.


Vamos al tema de la Topografía de la mente:

El punto de vista TOPICO , o estructural, de la descripción del Aparato Psíquico supone una representación espacial, naturalmente figurada, del psiquismo: la palabra griega “topos”, de la que deriva el término topografía, viene a significar los campos del psiquismo, los terrenos que abarca; considerando a la Psique, al Aparato Psíquico, como constituido e integrado por tres dimensiones (o campos, o sistemas) o por tres piezas, una grande y otra pequeña, que dejan un espacio de intersección.
A la esfera pequeña, la que queda arriba, le pondré por nombre CONSCIENTE, a la esfera grande, que se sitúa por debajo, le llamo INCONSCIENTE, y al pequeño sector de intersección entre ambas esferas le llamaré PRECONSCIENTE.
Y estos son los tres campos del psiquismo, o las tres piezas que integran el engranaje del Aparato Psíquico.
***(Aquí h querido introducir el dibujo de las dos esperas, la grande y la pequeña, con la zona intermedia de intersección. No lo he coseguido. Perdonen mi impericia )


El CONSCIENTE freudiano es el órgano con el que acogemos y procesamos las experiencias (lo que percibimos, lo que vemos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que recordamos, lo que imaginamos, lo que nos dicen, lo que nos hacen...) para nuestro enfrentamiento con la existencia.

Es como un archivo de experiencias con las que podemos contar, primero para nuestro autoreconocimiento: sé quién soy, dónde estoy, cómo me llamo, de donde vengo, lo que me gusta, lo que me alegra, lo que me apena etc., etc... porque tengo una pieza de mi aparato mental que se llama Consciente.

Para Jung las funciones del Consciente son fundamentalmente cuatro: Sentir (recibir sensaciones visuales, auditivas, táctiles...), Percibir (configurar las sensaciones), Afectarme (sentimientos y emociones que me producen estas experiencias) y Pensar (explicación, interpretación o comprensión de lo que experimento). Es como decir que las ventanas del Consciente, con las que experimento mi-estar-en-la-existencia, son estas cuatro facultades que denominamos Sensación, Percepción, Sentimiento y Pensamiento.

Dice Freud en El yo y el ello: “La propiedad de ser conscientes es el único faro en la oscuridad de la psicología profunda”. Es como el foco iluminado que proyecto sobre mi realidad concreta y sobre mi entorno. Y lo mismo que el foco proyecta la luz, el fenómeno del Consciente, su manifestación, su epifanía, es la Consciencia.

Jung la define como “la función o actividad que mantiene en relación con el YO a los contenidos psíquicos (sensaciones, percepciones, voliciones, ideaciones, pensamientos, recuerdos…), en ese espacio tópico denominado CONSCIENTE”.
Todos los contenidos que queden fuera de esta relación directa e inmediata con el Yo serán, por definición, subconscientes.

Un tema de gran interés es la aportación de Anna Freud al Psicoanálisis: los mecanismos de defensa, que pretenden preservar la propia conciencia, la autoconciencia, de ciertos contenidos perturbadores. Estos son, entre otros, el mecanismo de Desplazamiento de la conciencia ( Hichcotk tiene películas memorables fundamentadas en este mecanismo, como Marnie la ladrona, Recuerda, etc.); el de Negación de una realidad, o de algún aspecto de ella, que no se armoniza con la autoconsciencia; el de Racionalización, que elabora una explicación que pueda ser integrable y asumible, aunque no se corresponda con la realidad; el de Proyección por el que se achaca a otras personas hechos o intenciones que uno no quiere admitir en sí mismo o se resiste a tomar conciencia personal de ellos… Hay muchos más, pero en este momento me limitaré a hacer solamente estas alusiones. Y es que, como afirma Freud, los seres humanos se ven con frecuencia sorprendidos, golpeados y movilizados por elementos mentales que no conocen, y mucho menos comprenden, elementos que ni siquiera tienen consciencia de albergar. Y es por lo que elabora, frente a estos elementos mentales, unos mecanismos automáticos de defensa y autopreservación.

Insistiré en que el auto-reconociemiento de cada persona y su auto-desenvolvimiento en el medio circundante lo realiza a través, o a partir, de la auto-consciencia.

miércoles, 11 de febrero de 2009

¿Qué es METAPSICOLOGÍA?

Los inteligentes comentarios de nuestra fiel amiga Tánger me han tentado a adentrarme en el tema de la Ciencia, la Sabiduría y el Mito… Naturalmente aplicados al Psicoanálisis, y entendiendo el Mito como uno de los fenómenos culturales que más nos acercan a la “aletheia” (el descubrimiento de las verdades ocultas) y a la interiorización operativa de nuestras experiencias. Pero este tema lo tenía reservado para las lecciones finales de este curso. Mejor es tener paciencia y avanzar, como también nos aconseja Tánger, en el camino, con los ojos abiertos y la mirada limpia, como los de la niña de su marcador de páginas… Y el tema que nos va a ocupar hoy es el de METAPSICOLOGIA, lo que está más allá, en los fondos de la Psicología.

Siguiendo el hilo de la lección anterior, diré ahora que, a partir de 1915, Freud empieza a redactar una serie de artículos y de textos que recogen los resultados de sus investigaciones y reflexiones bajo el título genérico de Metapsicología. Diré además que este término lo había empleado por primera vez en 1896, en carta a su amigo Fliess

Hay una referencia implícita a la Metafísica, como estudio de las causas primeras del ser, lo que está más allá de lo físico; y una analogía con la Fisiología, estudio funcional del organismo físico, que es lo que Menniger entiende analógicamente por Personología: estudio del funcionamiento psico-personal.

El núcleo, pues, de la Metapsicología es el estudio de la estructura y el funcionamiento de lo que Freud denomina, usando un término metafórico, El Aparato Psíquico. Se trata de un modelo teórico adoptado por Freud, desde la influencia mecanicista y materialista propia de la línea de desarrollo científico de su época. Le llama Aparato, construyendo una ficción mental, para designar un conjunto de elementos, de partes y de funciones organizadas y articuladas con una finalidad específica. La finalidad funcional del Aparato Psíquico es doble: Por una parte, trasmitir y transformar la energía psíquica. La excesiva acumulación energética produce displacer y la descarga produce placer. Por ejemplo, el hambre supone acumulación energética instintual encaminada a buscar su satisfacción, igual que en la excitación de energía sexual.
Añadiré que la acumulación de excitación sin una representación referencial, como vía de escape, produce la angustia. Y el bloqueo de la vía de escape sería la frustración.

La segunda finalidad funcional del Aparato Psíquico será mantener lo que se llama el Principio de la constancia: conseguir que la cantidad de excitación intracerebral se mantenga constante o a un nivel suficiente. Lo contrario daña o altera el equilibrio psico-físico. Este principio de constancia se conoció más tarde con el nombre de homeostasis.

Tengo que señalar que Freud adopta los conceptos físicos de energía, o los conceptos termodinámicos de carga y descarga, que son, como ya he dicho, los propios de las concepciones científicas de su época.

La descripción de la estructura y el funcionamiento del Aparato Psíquico nos servirá para comprender los conceptos fundamentales que componen el sistema psicoanalítico y para perfilar la imagen de la personalidad y de sus perturbaciones según la teoría psicoanalítica. Freud va haciendo esta descripción, progresivamente, desde tres puntos de vista, que él denomina: Tópico, Dinámico y Económico.

Enfrentando ya los conceptos, tengo que aclarar que La Metapsicología no pretende hacer una descripción de realidades o de entes directamente observables, ya que, como he dicho, lo inconsciente es por definición lo inobservable. Pero Freud hace, metodológicamente, una especie de ficción mental, inventando un vocabulario que permite hablar de la psique como si ésta tuviera una estructura. Como el Adán bíblico va mirando al mundo al que enfrenta y poniéndole el nombre a cada cosa, o como los grandes Descubridores denominaban los terrenos conquistados. Pero esto no es más que una metáfora, un modelo de trabajo para poder comprender y configurar verbalmente lo que investiga. Aunque sabiendo que la única manera de conocer la Psique es vivirla, endovivenciarla, igual que cuando queremos conocer una ciudad: recorrer sus calles, sus plazas, sus monumentos, “sentir” su clima, respirar su aire....No basta con mirar el mapa. Aunque el mapa, incluso tratándose de esa metafórica ciudad interior que es la Psique, sea necesario para orientarnos y llegar a conocer la ciudad.

miércoles, 4 de febrero de 2009

LOS PIONEROS

En esta mañana, que ha amanecido fría, lluviosa y desapacible, el Google se me abre con este sugerente pensamiento de Stevenson: “No pido riqueza, ni esperanza, ni amor, ni un amigo que me comprenda; todo lo que pido es un cielo sobre mí y un camino bajo mis pies”. Pues vamos a ello, a reemprender una vez más nuestro camino, abriéndonos paso por la intrincada gnoseología de Sigmund Freud.

Empezaré hoy retomando el concepto de Inconsciente con unos versos de Wordsworth: “En mi mente hay cavernas / a las que el sol nunca podrá llegar”. El Inconsciente en su doble aspecto: como dimensión de la Personalidad, y como dinamismo intrínseco determinante de comportamientos.

A partir de este descubrimiento, Freud dedica toda su vida a elaborar un sistema operacional de pensamiento psicológico y antropológico, que se vino a etiquetar con el nombre de Psicoanálisis.

Y este nombre, este significante conceptual, Psicoanálisis, recubre y engloba tres significados :



1º Es (llega a ser) una teoría completa de la Psique y de la Personalidad.

2º Es un método de investigación del psiquismo, sobretodo en su dimensión inconsciente, aplicable desde la medicina, la pedagogía, la historia, la religión, el arte...

El término investigación adquiere aquí su pleno significado etimológico de “ir tras los vestigios”, porque el Inconsciente sólo puede ser conocido por sus vestigios, por sus huellas, por sus rastros..., nunca por sí mismo ya que, por definición, es “lo inconsciente”, lo desconocido.

3º Es también el Psicoanálisis un conjunto sistemático y táctico de técnicas terapéuticas, psicoterapéuticas.

Diré que Freud utilizó por primera vez este término de Psicoanálisis en la francesa Révue Neurologìque, en un artículo titulado Herencia y etiología de las neurosis, en el que por primera vez expone su teoría inicial de la seducción infantil, de la que más tarde se desdijo. Este artículo data de 1896, y sin embargo, en su conferencia ante el Colegio de Médicos de Viena de 1904, publicado con el título de “Sobre Psicoterapia”, afirmó que a este método, que él está exponiendo, el Dr. Breuer lo denominaba “catártico”, pero que él lo prefiere llamar “analítico”. Todavía el término Psicoanálisis no está decisivamente introducido.

Para seguir estudiando, investigando, elaborando, contrastando y expandiendo este inicial embrión del Psicoanálisis, Freud reúne a su alrededor a un grupo escogido de personas, sobretodo de médicos, de Viena, Max Kahane, Rudolf Reitler, Alfred Adler, también a Stekel, después a Otto Rank, a Ferenci, a Ernest Jones, a Jung... Y lo que empezó llamándose la Sociedad Psicológica de los Miércoles se convirtió en 1908 en Sociedad Psicoanalítica de Viena, modelo de otras sociedades análogas en todo el mundo, y de la que después fue la Sociedad Psicoanalítica Internacional.


Añado a estas reflexiones un texto de Karl A. Menniger de su libro, escrito en colaboración con Philips S. Holzman, Teoría de la técnica psicoanalítica. Considera que históricamente se entendía por Psicoanálisis “una modalidad o técnica destinada a tener acceso al contenido inconsciente de la mente”. Y explica que en este sentido es comparable con la disección que hacen los médicos, o con la exploración visceral dentro de un ser humano vivo. Piensa que a raíz de tales observaciones se acumuló un conglomerado de conocimientos basados en los datos obtenidos por este método, y en este sentido cree que el Psicoanálisis puede considerarse equivalente a la anatomía o la histología. Ampliando estos conocimientos iniciales, se fue desarrollando un sistema de hipótesis para describir todo el funcionamiento psicológico, de lo que nació, piensa Menniger, una “ciencia de la personología” en la que él encuentra semejanzas con la fisiología. De aquí se llegó a lo que la mayoría de la gente piensa cuando se emplea la palabra Psicoanálisis: “una técnica destinada a tratar a determinados pacientes de una determinada manera”. El Psicoanálisis entra así dentro del ámbito de la Psicoterapia, en cuanto que es “el tratamiento formal de los pacientes por medios psicológicos y no con agentes físicos ni químicos: es decir, principalmente a través de la comunicación verbal”. Este es el texto de Menniger que viene a incidir sobre el triple ámbito conceptual que se abarca bajo el término de Psicoanálisis.

A partir de este descubrimiento, cuyas circunstancias se rememoraron en la lección anterior, Freud dedica toda su vida a elaborar un sistema operacional de pensamiento psicológico y antropológico, que se vino a etiquetar con el nombre de Psicoanálisis.


Para seguir estudiando, investigando, elaborando, contrastando y expandiendo este inicial embrión del Psicoanálisis, Freud reúne a su alrededor a un grupo escogido de personas, sobretodo de médicos, de Viena, Max Kahane, Rudolf Reitler, Alfred Adler...también a Stekel, después a Otto Rank, a Ferenci, a Ernest Jones, a Jung...Y lo que empezó llamándose la Sociedad Psicológica de los Miércoles se convirtió en 1908 en Sociedad Psicoanalítica de Viena, modelo de otras sociedades análogas en todo el mundo, y de la que después fue la Sociedad Psicoanalítica Internacional.

A modo de anécdota diré que en la primera sesión se trató sobre la psicología del fumador y que Stekel describió esas, por él llamadas “inspiradoras”, primeras sesiones de los miércoles con estas palabras: “Éramos como los pioneros en una tierra recién descubierta, y Freud era el líder. Parecía que saltaban chispas de una mente a otra. Cada noche experimentábamos como una revelación”.

miércoles, 28 de enero de 2009

UNA REVOLUCIÓN SOCIO-CULTURAL Y CIENTÍFICA

Buenos días, amigos: Voy a citaros algunos textos entrelazados sobre la repercusión impactante que en el ámbito cultural y social, incluso lingüístico, produjeron los descubrimientos y elaboraciones del joven Freud.

Un testimonio de Peter Gay, de su libro Freud, una vida de nuestro tiempo: “La observación de que el Psicoanálisis había ‘hecho furor’, convirtiéndose en una especie de moda entre quienes no lo conocían, estaba bastante justificada. El médico sueco Paul Bjerre afirmó en 1925 que el ‘freudismo’ estaba agitando los sentimientos como si se tratara de ‘una nueva religión’ y no de una nueva área de investigación. Especialmente en los Estados Unidos, la literatura psicoanalítica ha adquirido dimensiones de avalancha. Analizarse está de moda”. Un año más tarde, el prolífico psicólogo norteamericano William McDougall reafirmó la evaluación de Bjerre: “Además de los seguidores profesionales, todo un ejército de legos, educadores, artistas y diletantes han quedado fascinados por las especulaciones freudianas y las han convertido en una desorbitada moda popular, de modo que algunos de los términos técnicos empleados por Freud se han incorporado al idioma popular, tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra”.

En otra parte de su libro afirma que el escritor Elías Canetti había escrito, por 1920, que “la interpretación de los ‘lapsus’ se había convertido en una especie de juego social” Aunque por otra parte afirma que las principales autoridades de la Universidad todavía “lo rechazan con arrogancia”. Y añade que esta oposición llegó, clamorosa, hasta el área de la política. Por ejemplo, en Francia, el mismo día en que apareció la versión francesa de Psicopatología de la vida cotidiana, en 1922, se publicó un artículo en el que se le pedía al gobierno “que proteja a los niños del Psicoanálisis”.

Esta reacción la explica y la interpreta sosegadamente el psicoanalista francés S. Nacht: “Freud apareció en una época impregnada de moralismo, confiada en una escala de valores que creía sólidamente establecida. Súbitamente aquel joven y desconocido médico judío despertó de su sueño al mundo, lo obligó a poner todo en cuestión. ‘Analice despiadadamente sus sentimientos, escribió Freud a un amigo, y verá qué pocas cosas seguras hay en usted’. Pero ver qué pocas cosas seguras hay en sí mismo es precisamente lo que el hombre se niega a hacer, porque lo siente como una herida y una humillación. Así pues, era inevitable que, desde el comienzo, Freud se viera rechazado por su época, que quiso verlo a través de los rasgos inmorales y salvajes de las fuerzas instintivas, cuyo auténtico rostro desvelaba”.

Estas observaciones y conclusiones quedan bien explicitadas y resumidas en un texto de Georg Markus, en su biografía de Freud El misterio del alma: “Con el Psicoanálisis de Freud no sólo se abría un nuevo campo a la psiquiatría, sino que se revolucionaba toda la medicina. Más aún: los esfuerzos para sondear el alma humana llevaron a nuevas formas de ver la religión y la cultura, la educación y la vida familiar, la sexualidad, la filosofía, el Estado. Las ideas de un científico rara vez han influido en su generación y en las siguientes tanto como Freud cuando describe la anatomía del alma.”

El siguiente texto, del escritor eminente Stefan Zweig, es un testimonio de adhesión y casi devoción. Le escribe así en carta de 1929: “La revolución que usted ha provocado en la estructura psicológica y filosófica, y en toda la estructura moral de nuestro mundo, excede en mucho la parte puramente terapéutica de sus descubrimientos. Pues hoy en día, todas las personas que no saben nada de usted, todo ser humano de 1930, incluso quien nunca haya oído la palabra ‘psicoanalista’, ya está indirectamente influido por su transformación de las almas”.

Precisamente el mismo S. Zweig, junto con otros escritores, artistas e intelectuales como Thomas Mann, Romain Rolland, Jules Romains, H.G. Wells , Virginia Woolf , Salvador Dalí, Hermann Broch, Knut Hamsun, Hermann Hesse, André Gide, Aldous Huxley, James Joyce, Pablo Picasso, Paul Klée, André Maurois, Thorton Wilder, y varios más, publicaron un manifiesto, en 1936, con ocasión del octogésimo aniversario de Freud, que le fue presentado por Thomas Mann en su casa de Viena, ya casi a punto de exiliarse en Londres. Por su extraordinaria importancia valorativa de la persona y la obra de Freud, os lo voy a reproducir íntegramente:

Que el octogésimo aniversario de Freud sea una venturosa oportunidad para expresarle, al iniciador de un nuevo y más profundo conocimiento de la humanidad, nuestras congratulaciones y nuestra veneración. Este intrépido descubridor, importante en cada esfera de su trabajo, como médico y psicólogo, como filósofo y artista, ha sido, durante dos generaciones, un guía a través de regiones de la mente humana hasta entonces inexploradas. Espíritu completamente independiente, un ‘hombre y caballero de osado mirar’, como Nietzsche dice de Schopenhauer, un pensador e investigador, que supo resistir solo y, sin embargo, atraer a muchos. Avanzó por su camino y llegó a verdades que parecieron peligrosas porque ponían al descubierto lo que el miedo había escondido, e iluminó lugares oscuros. Expuso nuevos y diversos problemas y cambió normas antiguas. Su búsqueda y sus hallazgos ampliaron enormemente el alcance de la exploración intelectual, e incluso hizo que sus opositores se convirtieran en deudores suyos por el ímpetu del pensar creador que les transmitió. Aunque los años futuros puedan superar o modificar este o aquel resultado de su investigación, las preguntas que Sigmund Freud hizo a la humanidad nunca podrán volver a silenciarse, ni sus hallazgos ser negados u oscurecidos por mucho tiempo. Los conceptos que él ha encontrado, las palabras que ha escogido para ellos, se han convertido ya en integrantes, evidentes por sí mismas, de todo idioma vivo. En todos los campos de las ciencias del hombre, en el estudio de la literatura y el arte, la historia de las religiones y la prehistoria, la mitología, el folkclore y la pedagogía, e incluso en la poesía misma, podemos discernir la impronta profunda de su influencia, y si alguna vez la raza humana alcanzó un logro imperecedero, este es -estamos seguros- su descubrimiento de la CIENCIA DE LA MENTE.

Nosotros ya no podemos seguir enfrentando nuestra tarea intelectual sin los audaces conceptos que constituyeron esa obra de toda la vida de Freud. Por eso nos alegramos de saber que este gran e infatigable estudioso está entre nosotros, y de verlo trabajar con vigor incansable. Que este hombre al que honramos, y al que le ofrecemos nuestra gratitud, viva entre nosotros durante muchos años más”.

Desde estos extraordinarios reconocimientos y elogios, especialmente valiosos y significativos por la talla intelectual, científica y cultural, de las personas que los respaldan, no es de extrañar la comparación que hizo en su tiempo Jung con los “pseudocientíficos” que se negaban a estudiar a Freud: son, escribió, “como aquellos hombres de ciencia que se negaron a mirar por el telescopio de Galileo”.

No quiero dejar de citar el testimonio de la concesión del Premio “Goethe”, en julio de 1930, donde la obra de Freud se define como “fruto del método estricto de las ciencias de la naturaleza (...) y de la osadía de los creadores literarios”. Y también se dice en el texto de concesión de ese importante galardón literario que “el Psicoanálisis no sólo enriqueció a la ciencia médica sino también al mundo mental del artista, el sacerdote, el historiador, el educador” (...) al descubrir “las fuerzas formativo-creadoras adormecidas en el inconsciente”.


Por último, voy a añadir a este florilegio de citas otro texto de Pierre David, al que tuve ocasión de conocer y escuchar en París, en los cursos de postgrado a los que asistí, organizados en la Sorbona: “¿Para qué se consulta a un Psicoanalista? Hoy en día no es fácil responder a esta pregunta. El Psicoanálisis forma parte de nuestra vida cotidiana prácticamente en todos sus aspectos. Al parecer, ha dejado de ser sólo un medio de tratamiento de las dificultades psicológicas y está incorporado en todas las ramas de las ciencias humanas. Sus conceptos, a menudo desvirtuados y desnaturalizados, se utilizan en otras disciplinas. Los medios masivos de comunicación los hacen circular y corren el riesgo de convertirse en palabras vacías de un vocabulario desgastado (complejo de Edipo, libido, represión, super-yo...). Despierta las cóleras de hipócritas engreídos, defensores de un concepto reductor de “ciencia” y, por el contrario, llena de entusiasmo a un sector de la intelectualidad y a los filósofos jóvenes”.(Pierre David. “La sesión de psicoanálisis”)

miércoles, 21 de enero de 2009

¿FREUD DESCUBRIÓ EL INCONSCIENTE?

Buenos días, amigos: Teníamos aplazada nuestra cita para después de Reyes, pero en estos días recientes, entre bufandas y escalofríos, mi sistema neurovegetativo no me daba aliento para reemprender nuestra andadura psicoanalítica.
Ayer nuestra amiga Tánger sacudió mi semiletargo: ¿qué pasa con el blog? (me dijo en un encuentro inesperado) Todos los días me asomo a la ventana para salirle al paso...
Entonces abrí los ojos, y aquí me veo de nuevo con vosotros.

A partir de nuestros últimos comentarios sobre el gran Iceberg del alma, los continentes sumergidos de la mente, en varias ocasiones se me ha hecho la misma pregunta: ¿Es el Inconsciente mental un descubrimiento de Freud?

Tengo que aclarar que el concepto de lo inconsciente era conocido previamente a los descubrimientos de Freud, que la filosofía se había ocupado repetidas veces de este problema, como lo comentaré más adelante, y que en 1869 Hartmann había publicado un libro de gran difusión titulado Filosofía de lo inconsciente.

La aportación original de Freud fue sustantivar lo inconsciente, hacerlo sustantivo, no sólo adjetivo (“acto inconsciente”, “estado de incosciencia”).
-Freud se empeñó en hacer de esto un SABER: el saber de lo insabido o desconocido por la propia persona,
-hacerlo objeto de investigación con métodos especialmente diseñados para este fin,
-conocerlo como determinante subrepticio de comportamientos humanos
-y aplicarlo como espacio terapéutico desde el que reequilibrar los desajustes del psiquismo y sanar las patologías de la mente.



LA REVOLUCIÓN CULTURAL Y CIENTÍFICA DE SIGMUND FREUD

Obviamente, este descubrimiento de Freud vino a suponer una auténtica revolución cultural con respecto al conocimiento de la persona, del ente humano. Provocó, al mismo tiempo, una inversión de perspectivas en todas las disciplinas que se ocupan de algún modo de su interpretación, comprensión, educación o expresión: la Pedagogía, la Filosofía, el Derecho, la Medicina, la Moral, la Historia, el Arte....

En el estudio y la comprensión de las realizaciones humanas y de sus intenciones y motivaciones profundas, el Inconsciente pasa al primer plano de interés, más aún que el Consciente.

El “no puedo comprender por qué obré de esa manera” o el “no era yo mismo cuando hice eso”, empezaba a vislumbrar sus claves.

En sus Conferencias de introducción al Psicoanálisis, pronunciadas por Freud entre 1915-1918, en la sede del Colegio de Médicos de Viena, hace la conocida consideración de las tres humillaciones narcisísticas que había padecido sucesivamente la Humanidad: la infligida por Copérnico cuando dictaminó que la tierra no es el centro del universo, sino una simple motita de polvo cósmico dentro de la galáctica polvareda estelar; la que infligió Darwin al incluir a la humanidad en el reino animal, y considerar al hombre, “mono desnudo” (Desmond Morris), como eslabón en la cadena filogenética desde primates ancestros; y la tercera humillación, herida narcisista al orgullo humano, al demostrar al mundo que el Yo personal no es el cibernetes, dueño total de sus propios actos y de su propio destino, sino que en gran medida es siervo y esclavo de extrañas fuerzas de la mente, inconscientes e incontrolables.

Esto supuso una revolución cultural tan importante como lo fue, quizás, en la técnica, la invención de la rueda o la de la máquina de vapor. La autora del libro Psicoanálisis: una profesión imposible, Janet Malcolm, llega a utilizar el símil del terrorista que en el sótano de su casa prepara un artefacto para volar la cervecería del barrio y, sin darse cuenta, termina inventando la bomba de hidrógeno que hace volar medio mundo.

Hasta entonces las filosofías clásicas, y las ciencias aplicadas, pensaban que sólo había dos estados de consciencia posibles: el de inconsciencia, o inconsciente, cuando la persona está dormida, o desvanecida o drogada o en coma, y el de consciencia, o consciente, cuando la persona está despierta, en plena posesión de su inteligencia y de su razón, y es dueño y responsable total de sus actos y de sus pensamientos. Desde esta convicción se había entendido y fundamentado la filosofía, la pedagogía, la moral , la religión, la historia, el derecho, la psicología... Hasta que

Freud pone de manifiesto la influencia de mecanismos inconscientes, de razones y anhelos ocultos, subterráneos, que impulsan nuestros actos y determinan nuestros comportamientos. Y crea una ciencia para desvelar el Inconsciente y curar a las personas a través del Inconsciente.
Esta Ciencia es El Psicoanálisis.