En este día de abril, lluvioso y desangelado, y por no frustar las expectativas de nuestra estimulante amiga Tánger (en realidad no sé si hay alguien más interesado), voy a continuar las consideraciones sobre esa primera instancia del psiquismo personal que conocemos como el YO.
En la lección anterior presentamos dos consideraciones. Continuamos con la 3ª:
3ª consideración: Como he intentado explicar, la imagen del YO se va perfilando a través de experiencias de percepción de la realidad objetiva y de la toma de consciencia de las propias reacciones de autorregulación (emocional, cognoscitiva y motora-conductual) frente a esa misma realidad. Puedo poner ejemplo de canciones en las que se pone de manifiesto la referencia a una imagen del propio YO conscienciada y autodefinida: “Yo no soy esa que tu te imaginas”,o “Yo soy aquel que por las noches te persigue”.
Esto supuesto, es interesante explicar, por contraste, en qué consiste la esquizofrenia, en cuanto que es un proceso malogrado, o dañado, de la formación de la autoconsciencia y definición del YO.
La esquizofrenia supone una deformación o pérdida de autoconsciencia de la propia realidad, y una despersonalización de la psique individual.
La integración unitaria del YO queda destruida, o dividida (recuerdo el famoso libro de Laing, del movimiento que se llamó “antipsiquiatría”, El Yo dividido) debido a que fuerzas emanadas del Inconsciente interfieren y arrasan al YO personal. En el cine se ha presentado muchas veces, de modo muy plástico e impactante, este fenómeno, en películas como El estrangulador de Boston, Diario de una esquizofrénica... Se podrían citar muchísimas más.
Podría proponer un nuevo objetivo terapéutico y psicopedagógico: No dar por cerrada la imagen de mi YO: completarla y enriquecerla puede ser una función y un objetivo psicopedagógico durante toda la vida de la persona.
En el cuento de la diferencia entre ciencia y sabiduría, que ya he relatado, se dice que del libro de uno mismo salen ediciones corregidas y ampliadas casi cada minuto. Yo escribí sobre esto en mi libro Viajes hacia uno mismo, y voy a aportar el texto:
Hay momentos, situaciones en la vida, en nuestro fluvial decurso evolutivo, en los que configuramos, perfilamos, acuñamos una imagen de nosotros mismos, y después nos aferramos a ella, como si el río de la vida se hubiera detenido en su curso, como si nos dijéramos "así soy yo, definitivamente", en una determinante fijación evolutiva.
Suelo entonces pro-poner, poner-en-frente, como contrastación dialéctica, el concepto -tan antiguo como el "panta rei" de Heráclito de Éfeso, o como las coplas doloridas de Jorge Manrique- de nuestro permanente fluir. "No somos", les contesto a quienes afirman autojustificadoramente "es que yo soy así", o a quienes interrogan "quisiera saber cómo soy: "no somos, les contesto, "sino que vamos siendo". Yaveh Dios se define, en la Biblia, como "el que es", definitivamente, como el mar, con su presencia completa, total e inmutable en su propio movimiento de vida en plenitud. En contraposición, el hombre se tendrá que definir, esencialmente, como el que no es, sino que va siendo, evolutivamente, progresivamente, acumulativamente, como el río.
No ir por la vida, ni caracterizar a los demás de torpes, o de listos, de feos o de bonitos, de vagos o diligentes..., porque alguna vez nos comportamos, o se comportaron así, o porque fue el rol que asumimos, o asumieron, en un momento dado. No quepa la menor duda de que, en el decurso de la vida o de la evolución, se irán incorporando a la imagen de uno mismo nuevos aspectos que completan, compensan o corrigen el bosquejo autoconsciente anteriormente configurado.
El Ideal del Yo
De lo anteriormente expuesto deduzco que para ir construyendo la identidad del propio YO, lo esencial no es preguntarse cómo soy, sino cómo deseo ser. No es coherente justificarse con el consabido “es que yo soy así”, “tienen que aceptarme como soy”... Ya que la identidad del YO no es algo que se tiene, sino algo que se construye. No es un ser sino un quehacer, un proyecto en continua construcción y realización. Lo leí en una novela muy antigua La máscara de carne. Terminaba diciendo que el verdadero rostro de nuestro YO es el de nuestro ensueño, es decir: el deseo de lo que queremos ser.
Es así como se va conformando el concepto de Ideal del YO (insisto en no confundirlo con el YO ideal del que trataremos más adelante, a propósito del SUPER-YO), concepto fundamentalmente axiológico o valorativo, que se integra en la consciencia y la preconsciencia de uno mismo, y que opera en la línea dinámica de la propia superación y autorrealización, como la fuerza motivacional más vigorosa del ser humano.
Dejo para la lección de la próxima semana una 4ª consideración sobre el YO, y de ella sacaremos varias consecuencias terapéuticas y psicopedagógicas.