Creo haber ya aclarado que el descubrimiento del Inconsciente no es un hallazgo exclusivo y totalmente original de Freud. Un siglo antes, el poeta romántico Coleridge había hablado de los reinos crepusculares de la conciencia, y el mismo Goethe apuntó la idea de que en la psique existen varias capas de profundidad. El poeta Wordsworth, que había confesado mantener relaciones inconscientes con la belleza, había escrito estos versos: “Hay en mi mente cavernas /a las que el sol nunca podría llegar”. Herbart, Schopenhauer, Nietzsche intuyeron la existencia de fuerzas inconscientes de la mente. El mismo San Agustín había hablado, en sus Confesiones, de una reserva ignorada, más allá de la memoria, donde se guardan recuerdos. Hartmann escribió una Filosofía del Inconsciente y Theodor Lipps afirmó, hace más de un siglo, la existencia de procesos inconscientes. Shakespeare también había señalado motivaciones ocultas de los actos humanos, desconocidas por la propia consciencia. Freud lo aceptaba, se inspiraba en ellos, y reconocía que los escritores “se abrevan en manantiales que todavía no hemos encontrado para las ciencias”. Pero su gran contribución consistió en tomar esta noción, indefinida y poética, investigarla, estudiarla, otorgarle precisión y definición, convertirla en el fundamento de una psicología y de una terapéutica. Como el Adán bíblico fue asignándole nombre a las cosas contempladas, él fue especificando y nominando los contenidos de la psique, describiendo los fondos ocultos del inconsciente, así como su potente y dramático dinamismo de expresión.
¿CÓMO FUNCIONA MI MENTE?
El pensamiento de Freud va procediendo incansablemente, a partir de una cuestión directriz: ¿Cómo funciona la mente? Y desde ahí, inicia una caminata, mientras que describe minuciosamente los planos de los territorios que explora. Hasta ahora ha delineado dos planos fundamentales, como las dos caras del territorio de la Luna: El Consciente, iluminado y brillante, y el Inconsciente, oscuro y misterioso; con un terreno gris intermedio, el Preconsciente. Eran hallazgos provisionales, sobre los que él, con escrupulosidad científica, sigue buscando constantemente datos de verificación y confirmación.
Y así, siguiendo un riguroso itinerario intelectual, se adentra en un nuevo campo: Las tres instancias dinámicas de la Psique: el YO, el ELLO y el SUPER-YO. A este nuevo plano de la mente le llama él su Segunda Tópica.
Una segunda exploración del territorio mental
La primera descripción tópica la presentó en 1900 en el capítulo VII de La Interpretación de los Sueños, completando lo que ya había pergeñado en 1895, en Proyecto de una Psicología científica, y en sus cartas a Fliess desde 1986. Finalmente lo deja sistematizado y rematado en los Textos Metapsicológicos de 1915.
Esta segunda descripción tópica la va elaborando a partir de 1920, y le hace su presentación oficial en 1923 con su libro El Yo y el Ello. Al final de su vida, en 1938, en el libro póstumo que la muerte le impide completar, Esquemas del Psicoanálisis, intenta integrar y armonizar las dos descripciones tópicas.