jueves, 26 de marzo de 2009

LA PERSONALIDAD, UN SISTEMA DE FUERZAS EN INTERACCIÓN




Creo haber ya aclarado que el descubrimiento del Inconsciente no es un hallazgo exclusivo y totalmente original de Freud. Un siglo antes, el poeta romántico Coleridge había hablado de los reinos crepusculares de la conciencia, y el mismo Goethe apuntó la idea de que en la psique existen varias capas de profundidad. El poeta Wordsworth, que había confesado mantener relaciones inconscientes con la belleza, había escrito estos versos: “Hay en mi mente cavernas /a las que el sol nunca podría llegar”. Herbart, Schopenhauer, Nietzsche intuyeron la existencia de fuerzas inconscientes de la mente. El mismo San Agustín había hablado, en sus Confesiones, de una reserva ignorada, más allá de la memoria, donde se guardan recuerdos. Hartmann escribió una Filosofía del Inconsciente y Theodor Lipps afirmó, hace más de un siglo, la existencia de procesos inconscientes. Shakespeare también había señalado motivaciones ocultas de los actos humanos, desconocidas por la propia consciencia. Freud lo aceptaba, se inspiraba en ellos, y reconocía que los escritores “se abrevan en manantiales que todavía no hemos encontrado para las ciencias”. Pero su gran contribución consistió en tomar esta noción, indefinida y poética, investigarla, estudiarla, otorgarle precisión y definición, convertirla en el fundamento de una psicología y de una terapéutica. Como el Adán bíblico fue asignándole nombre a las cosas contempladas, él fue especificando y nominando los contenidos de la psique, describiendo los fondos ocultos del inconsciente, así como su potente y dramático dinamismo de expresión.

¿CÓMO FUNCIONA MI MENTE?

El pensamiento de Freud va procediendo incansablemente, a partir de una cuestión directriz: ¿Cómo funciona la mente? Y desde ahí, inicia una caminata, mientras que describe minuciosamente los planos de los territorios que explora. Hasta ahora ha delineado dos planos fundamentales, como las dos caras del territorio de la Luna: El Consciente, iluminado y brillante, y el Inconsciente, oscuro y misterioso; con un terreno gris intermedio, el Preconsciente. Eran hallazgos provisionales, sobre los que él, con escrupulosidad científica, sigue buscando constantemente datos de verificación y confirmación.
Y así, siguiendo un riguroso itinerario intelectual, se adentra en un nuevo campo: Las tres instancias dinámicas de la Psique: el YO, el ELLO y el SUPER-YO. A este nuevo plano de la mente le llama él su Segunda Tópica.


Una segunda exploración del territorio mental


La primera descripción tópica la presentó en 1900 en el capítulo VII de La Interpretación de los Sueños, completando lo que ya había pergeñado en 1895, en Proyecto de una Psicología científica, y en sus cartas a Fliess desde 1986. Finalmente lo deja sistematizado y rematado en los Textos Metapsicológicos de 1915.

Esta segunda descripción tópica la va elaborando a partir de 1920, y le hace su presentación oficial en 1923 con su libro El Yo y el Ello. Al final de su vida, en 1938, en el libro póstumo que la muerte le impide completar, Esquemas del Psicoanálisis, intenta integrar y armonizar las dos descripciones tópicas.

miércoles, 18 de marzo de 2009

EL INCONSCIENTE

En esta mañana, que amanece clara y templada, anunciando ya la luz de la próxima primavera, recojo lo último que os dije en la lección anterior: que el Inconsciente es el depósito de todo lo que ha quedado desplazado del campo de la consciencia y de la preconsciencia.

También podría decir que es el archivo de todas las experiencias olvidadas o reprimidas, incluso de las experiencias del proceso de evolución de la humanidad y transmitidas genéticamente en las células germinales. Este sería el Inconsciente Colectivo, la gran aportación de Jung a la epistemología psicoanalítica. Él lo define como “el sedimento de todas las experiencias de la humanidad desde sus orígenes más oscuros” y es donde se albergan esas ideas prototípicas universales que Jung denomina Arquetipos: la idea de Dios, o la de Padre o de Madre, de Héroe, la de la Culpa, etc. Aunque muera el padre real de un individuo, su padre inconsciente, mezcla del arquetipo y de la experiencia singular, sigue influyendo de algún modo en su interior psicoemocional.

No hay una sola experiencia que haya salido del fondo de uno mismo. Todas están archivadas; y aquellas que creía olvidadas se conservan en el Inconsciente personal, y desde allí siguen influyendo subterráneamente en mis sentimientos, mis pensamientos y mi conducta.

Esto explica fenómenos como el conocido “dejá vu” que nos hace tener la sensación de que ya habíamos estado en un lugar al que hemos ido por primera vez, o que ya habíamos visto a una persona que por primera vez se nos presenta. Y es que se dan, con ocasión del lugar o de la persona, una concurrencia de sensaciones, que conectan con otras similares conservadas en el Inconsciente.


EL MOTOR DE LA REPRESIÓN

Aquí juega un papel importante ese mecanismo psicológico llamado Represión, que deja enterrados en el Inconsciente recuerdos, experiencias, afectos, impulsos...Los cuales se conservan precisamente por haber estado enterrados. Freud lo compara con los objetos hallados por los arqueólogos, después de haber estado durante muchos siglos enterrados en las tumbas. Se hubieran perdido de no haber permanecido enterrados, “inconscientes”.
Al mecanismo de actuación del material enterrado en el Inconsciente, Freud lo compara con el conferenciante que, durante su conferencia bien preparada, se ve interrumpido por las voces, los comentarios, las carcajadas y las imprecaciones de un grupo de los asistentes. Los guardas jurados de la sala (que Freud denomina la “censura”) los echan afuera y cierran la puerta (este es el símil de cómo actúa la represión). Pero ellos, desde el lugar al que han sido desplazado, desde fuera de la sala y de la vista de los otros asistentes, siguen dando gritos y golpes en la puerta que alteran la armonía y el orden de la sala e impiden al conferenciante centrarse en su conferencia.
La solución que Freud propone es que salga el conferenciante de la sala, busque a los alborotadores, los conozca, les hable, les proponga que de algún modo contribuyan, que se integren con los demás en beneficio de todos. Y este es, metafóricamente expresado, un primer enfoque del Psicoanálisis como Terapia. Entrar en la esfera custodiada del Inconsciente, desenterrar las energías ocultas, las necesidades reprimidas, los recuerdos (olvidos) perturbadores, y organizarlos a nivel consciente del modo que sea adaptativo con la realidad, equilibrado para el psiquismo emocional y conveniente para la persona.


Freud nos avisa que el Inconsciente es “la palestra donde se dan las verdaderas luchas y los conflictos psíquicos”. Precisamente porque se trata de fuerzas descontroladas (fuera del control consciente), enemigos a la espalda o animales encerrados, hambrientos... Y cuando se accede al Inconsciente a través de la terapia psicoanalítica “se pueden desmoronar los conflictos y los complejos solidificados, como los edificios de Pompeya cuando, tras descubrir la capa de lava que los había mantenido sin cambio durante dos mil años, se vieron expuestos de nuevo al viento, al sol y a la lluvia”.

La metáfora arqueológica era especialmente querida por Freud: “En Psicoanálisis, como en la arqueología, hay que excavar hondo hasta llegar a algo significativo”. Y hablándole de sus descubrimientos a su amigo Fliess, exclama con entusiasmo: “Es como si Schellemann hubiera desenterrado de nuevo la legendaria Troya”.


miércoles, 11 de marzo de 2009

LAS BODEGAS DE LA MENTE: PRE-CONSCIENTE e IN-CONSCIENTE



Con la primavera apuntando ya en los brotes color violeta de las jacarandas del parque, y descendido de las alturas filosóficas a las que nos elevó José Mª, y de las colinas hermenéuticas de Tánger, voy a seguir analizando lo que Freud denomina el Aparato Psíquico.

Hasta la semana pasada estuve exponiendo la configuración de una de sus piezas, el Consciente. Otra pieza de este Aparato se llama (la llamó Freud) Preconsciente. Lo voy a despachar pronto, porque no es un concepto especialmente importante, ni difícil de entender.

El Preconsciente abarca todo lo que no está inmediatamente dentro del campo iluminado de la consciencia psicológica, pero que puede ser evocado y reconocido con algún esfuerzo. Como datos que están extraviados dentro de un fichero y que sólo es cuestión de buscarlos, porque sabemos que están allí. Algo así como “lo tengo en la punta de la lengua” de nuestro lenguaje coloquial...


SOBRE EL INCONSCIENTE

Y pasamos a estudiar la tercera pieza de este Aparato Psíquico, el tercer componente tópico del psiquismo, según la gnoseología de Freud, que es su gran aportación científica y cultural: El Inconsciente.

Ya dijimos que la importancia cultural de Freud, la que le hace estar en las listas de las 1000 personas más influyentes en la Historia de la Humanidad, o entre las 100 personas más significativas del milenio que acabamos de rebasar, es haber descubierto, o haber dado las grandes pistas para descubrir el significado profundo de la conducta humana. Las estructuras subterráneas, las dimensiones, las motivaciones, los mecanismos y dinamismos ocultos que subyacen a nuestro comportamiento, sea el comportamiento intelectual, afectivo o el de acción, la cara oculta de la Luna, la dimensión sumergida del Iceberg...
Todo esto es la aportación cultural de Freud al progreso de la humanidad. La llave para entrar en el sótano, en el desván, en lo más profundo de la casa interior de una persona, y para descubrir y descifrar el significado profundo de su estar-en-la-existencia, del actuar humano, esa llave lleva la efigie de Sigmund Freud. Y si nosotros queremos y estamos dispuestos a emprender esta aventura espeleológica, tendremos que hacerlo de la mano y a la luz de la linterna intelectual de Sigmund Freud.

Naturalmente, hay otro objetivo implícito al intentar adentrarnos, con Freud, por los vericuetos del Inconsciente: el de darnos pistas para nuestro propio descubrimiento profundo, entrar en el dédalo, como Teseo con el hilo de Ariadna, de nuestro inconsciente personal y desvelar los móviles ocultos de nuestro propio modo de actuar y de ser, y llegar a aceptarnos y a integrarnos mejor como personas. Recuerdo la historia de Tony de Mello de aquel sabio a quien le preguntaron sobre la diferencia entre la ciencia y la sabiduría. Respondió que a la Ciencia se llega estudiando muchos libros; a la Sabiduría estudiando uno sólo: el libro de uno mismo. Pero, añadió, de este libro salen nuevas versiones casi cada minuto de su vida. Y no sé si ya he citado una reflexión de Harry Guntrip de su libro El self en la teoría y la terapia psicoanalítica: “Hemos llegado a un estado de cosas en que es evidente que el problema humano fundamental no es el de comprender y dominar las fuerzas físicas del universo, sino el de comprenderse a sí mismo y el de encontrar los medios para ayudarse a sí mismo y ayudar a los de más a lograr una auténtica realización personal”.

A propósito del binomio ayudarse a sí mismo- ayudar a los demás, les recordaré la historia de aquel sabio oriental que había llegado a la cumbre de la Iluminación y la Sabiduría, y reflexionaba así: Cuando yo era joven quería transformar el mundo. Cuando fui madurando, comprendí que la ambición juvenil era imposible y me esforcé en ayudar y hacer el bien a los que me rodeaban. Ahora que estoy en la plenitud de mi vida, sólo quiero ayudarme a mí mismo que es el único modo de que se beneficien todos los demás.

Toda esta digresión era para llegar al tercer componente del psiquismo, el más original y fundamental en Psicoanálisis, la tercera pieza que integra la estructura del famoso Aparato, que es el Inconsciente.

Tendré que decir, para empezar, que es el depósito de todo lo que ha quedado desplazado del campo de la consciencia y de la preconsciencia.

Pero volveremos a ello en la microlección de la próxima semana.

jueves, 5 de marzo de 2009

Un “test” para clasificar el funcionamiento de la Consciencia individual




En esta mañana que está lluviosa y cenicienta, voy a seguir haciendo, sobre la marcha que iniciamos la semana pasada, algunas aportaciones y elucubraciones que pueden ser interesantes para comprender, según los principios del Psicoanálisis, la organización funcional de eso que hemos llamado el sistema Consciente, y también de sus perturbaciones.

El test de Jung sirve de instrumento para analizar los parámetros de nuestra autoconsciencia, las disposiciones fundamentales de nuestro Consciente personal.
Es una técnica introspectiva para comprender la personalidad del individuo, su modo específico de comportarse, su modo singular de procesar las experiencias y de orientar sus energías vitales (libidinales, diría Freud) en su encuentro adaptativo con el mundo.

Para Jung ese Consciente estaría constituido por dos disposiciones predominantes y por cuatro funciones específicas que orientan y procesan nuestras experiencias individuales.

Las dos disposiciones fundamentales son: la Introversión y la Extraversión, que ya configuran dos tipos definibles de ser y estar en la vida: el de personalidad introvertida y el de personalidad extrovertida, según mantenga una autoconsciencia más directamente en contacto con el mundo interno y subjetivo, con las repercusiones que la realidad interior producen en él (como dentro de la caverna de Platón), o tenga la consciencia más orientada al mundo exterior en respuesta a los estímulos exteriores inmediatos.

La persona introvertida encuentra sus gratificaciones básicas y sus fuentes de interés en el interior de sí mismo, y la persona extravertida las encuentra en sus relaciones con los demás y con el medio. El extrovertido ve las cosas de afuera, el introvertido se ve a sí mismo. El introvertido es más especulativo, el extravertido más práctico. El extravertido más resolutivo, el introvertido más dubitativo.

Y las cuatro funciones, como ventanas del sistema consciente, desde donde vemos la realidad y a nosotros mismos, desde donde recibimos los estímulos interiores y exteriores a nosotros y procesamos las experiencias, son : La Percepción, la Intuición, el Sentimiento y el Pensamiento.

Es decir: tomamos consciencia de nosotros mismos en la existencia y de la realidad exterior percibiendo, intuyendo, sintiendo (afectándome) y pensando.
-Desde la ventana perceptiva tengo consciencia, por ejemplo, de que aquí hay algo, percibo una forma, un color, un olor, un ruido;
-con el pensamiento digo que es un perro, lo identifico con cuadrúpedo canino de raza boxer (por ejemplo);
-el sentimiento me induce a expresar complacencia, qué bonito; y
-con la intuición conozco que me puede morder y me acerco con cuidado.

En todas las personas operan las cuatro funciones en la toma de consciencia de la realidad, exterior o interior, aunque en cada persona individual algunas funciones predominan sobre otras, determinando ocho tipos de personalidad o modos de estar en la existencia, según se combine su función predominante con la orientación fundamental extravertida o introvertida.
Conviene tener en cuenta que la función Pensamiento depende de la Sensación, que ya decían los antiguos “nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu”.

De aquí que cuando el pensamiento se aleja excesivamente de la sensación, que es la ventana más inmediata a la realidad exterior, se pueda originar la patología autista, la patología del pensamiento introvertido sin ventanas a la realidad, y así mismo el delirio, la esquizofrenia, la psicosis.

Igualmente la pura percepción introvertida podría originar alucinaciones, y la función perceptiva unida a la función sentimiento, cuando no está mediatizada por una función de pensamiento discriminativo, podría promover esa reacción del instinto animal impetuosa e indiscriminada ante los estímulos, que es lo que caracteriza a la psicopatía (que en la clasificación nosológica actual se inscribe en el cuadro llamado patología bordeline)

La neurosis supondría un proceso deficiente y desproporcionado de la reacción afectiva, la función sentimiento, frente a la percepción, con desactivación de la función discriminativa del pensamiento (hipocondría, fobia, depresión vital, distimia...).

La psicopatía se origina por descontrol de los impulsos instintivos.
La neurosis, por desajuste de la afectividad y desproporción de las reacciones emocionales.

Sin embargo, el aprovechamiento de la función perceptiva con el refuerzo de la intuitiva facilitaría el pensamiento divergente, base de la creatividad.

Los filósofos antiguos hablaban del conocimiento por connaturalidad, que supone una asimilación afectiva del objeto del conocimiento, de los datos de la percepción elaborados por el pensamiento.
Se le llamaba también conocimiento interno, el que da confirmación al pensamiento de Pascal sobre las razones del corazón , o al de Saint Exupery de que sólo conocemos con el corazón, la verdad es invisible a los ojos.
Con “los ojos” se refiere al conocimiento puramente especulativo o científico, que solo se procesara por la función pensamiento, y que da origen a toda la filosofía etiquetada como Racionalista. Ese, por ejemplo, “teórico de la castidad que no es casto” sobre el que reflexiona Santo Tomás de Aquino. Y piensa también Santo Tomás que la voluntad es una facultad indesligable del conocimiento, de la función pensamiento.


Pero distingue Santo Tomás entre voluntad electiva y voluntad afectiva, y a ésta la define como la facultad psíquica que dirige tenazmente los propios deseos a los propios intereses y valores, objetivamente conocidos y asimilados, y afectivamente interiorizados y amados. En definitiva es lo que hoy se entiende por Inteligencia emocional, en cuanto que la actividad rectora es la inteligencia, organizadora de la acción voluntaria, reforzada por la afectividad y dirigida al objetivo final de plenitud emocional, la Felicidad.