Hola, amigos. Aquí estoy, fiel a nuestra cita semanal.
La exploración de Freud por el laberinto del alma humana y su descubrimiento de los “Continentes sumergidos de la mente”, que basa todo el sistema de pensamiento conocido como Psicoanálisis, tiene tres “pistas” iniciales:
1.-Un médico famoso: El Dr. Breuer
2.-Un caso clínico de Histeria: El conocido por el caso de Ana O
3.-Y una técnica terapéutica: La Hipnosis
Y de estos tres determinantes surgirá un hallazgo original y revolucionario: El Inconsciente. Como dimensión subterránea del psiquismo, que hemos denominado con el mismo Freud los continentes sumergidos de la mente.
El Dr. Josef Breuer
De el Dr. Breuer tendré que deciros que fue el descubridor del laberinto del oído, responsable de nuestro sentido del equilibrio, y que fue también el que elaboró, sobre la marcha de su práctica clínica, un método operativo, el tratamiento catártico, del que iría derivando lo que fue después, y es hoy, el Psicoanálisis. Tanto es así que el mismo Freud, en sus conferencias en la Universidad de Clarck de Masachusset, llegó a atribuirle generosamente a Breuer la paternidad del Psicoanálisis.
Freud conoció al Dr. Breuer mientras trabajaba como interno en el Laboratorio de Fisiología del Profesor Ernest Brücke, en 1878. (Tanto influyó sobre él este profesor que a uno de sus hijos le puso de nombre Ernest). En este laboratorio se inició Freud en las técnicas de investigación científica, realizando estudios sobre el sistema nervioso de los cangrejos y las glándulas salivales de los perros).
Con Breuer congenió enseguida porque podía hablar con él de literatura, de arte, de filosofía. Por aquel entonces escribió en carta a Marta, su novia, que Breuer “irradiaba luz y calor”, que estar con él era “como estar sentado al sol”. Y sutilmente empezaba a medir con él su estatura, en un movimiento de propia superación ante la imagen de un incipiente Ideal del Yo: “Es una persona tan esplendente que no sé lo que ve en mi para ser tan amable”.
Es curioso que, a su vez, el Dr. Breuer llegó a escribirle a otro colega, el Dr. W. Fliess, especialista en otorrinolaringología, que después fue, durante décadas, el gran amigo y confidente, el alter ego, de Freud: “La inteligencia de Freud está alcanzando su máxima altura: le sigo con la vista como una gallina sigue el vuelo de un halcón”.
Diré como nota al margen de estas anécdotas, que Ernest Jones, en su biografía de Freud, señala la predisposición de Freud a ser muy influenciable, sobretodo por personas a las que le unía un lazo afectivo, y que, en reacción a esta tendencia natural, afirmó un rasgo de personalidad que fue para él causa de muchos disgustos: “nunca fue cosa fácil hacerle cambiar su opinión acerca de cualquier cosa”. Este rasgo se constituye por lo que él después definió como un mecanismo de defensa nominado formación reactiva, que es una disposición automatizada a actuar de modo contrario al que la propia inclinación le llevaría.
Una paciente histérica
Para comprender la influencia del Dr. Breuer en el joven Freud, es necesario encarar el caso clínico conocido por el nombre supuesto de “Anna O” y considerado como el caso fundacional del Psicoanálisis.
En realidad esta paciente del Dr. Breuer se llamaba Berta Pappenhein. Estuvo tratada por él durante dos años, desde 1880 a 1882, a causa de una extraña y compleja sintomatología aparecida a raíz de la muerte de su padre, con quien había estado muy unida durante su vida, y a quien le había prodigado todos sus desvelos durante su enfermedad. Cuando en una calurosa noche de verano de 1883 -”estábamos los dos en mangas de camisa”, le escribió más tarde Freud a su novia Marta-, Breuer le revela a su joven amigo la fascinante historia, desencadenó en éste tantas ideas e inquietudes que le fue llevando paulatinamente a la construcción sistemática de todo el gran edificio del Psicoanálisis.
El caso de Anna O. está descrito en Estudio sobre la histeria, primera obra psicoanalítica, publicada en 1896 y escrita, en colaboración, por Breuer y Freud.
Anna O. fue una persona “excepcionalmente culta e inteligente”, a veces obstinada, con una gran sensibilidad humanitaria, que tenía 21 años cuando se le manifestó la enfermedad, y que llegó a ser posteriormente la primera asistenta social de Alemania y una de las primeras del mundo.
La exploración de Freud por el laberinto del alma humana y su descubrimiento de los “Continentes sumergidos de la mente”, que basa todo el sistema de pensamiento conocido como Psicoanálisis, tiene tres “pistas” iniciales:
1.-Un médico famoso: El Dr. Breuer
2.-Un caso clínico de Histeria: El conocido por el caso de Ana O
3.-Y una técnica terapéutica: La Hipnosis
Y de estos tres determinantes surgirá un hallazgo original y revolucionario: El Inconsciente. Como dimensión subterránea del psiquismo, que hemos denominado con el mismo Freud los continentes sumergidos de la mente.
El Dr. Josef Breuer
De el Dr. Breuer tendré que deciros que fue el descubridor del laberinto del oído, responsable de nuestro sentido del equilibrio, y que fue también el que elaboró, sobre la marcha de su práctica clínica, un método operativo, el tratamiento catártico, del que iría derivando lo que fue después, y es hoy, el Psicoanálisis. Tanto es así que el mismo Freud, en sus conferencias en la Universidad de Clarck de Masachusset, llegó a atribuirle generosamente a Breuer la paternidad del Psicoanálisis.
Freud conoció al Dr. Breuer mientras trabajaba como interno en el Laboratorio de Fisiología del Profesor Ernest Brücke, en 1878. (Tanto influyó sobre él este profesor que a uno de sus hijos le puso de nombre Ernest). En este laboratorio se inició Freud en las técnicas de investigación científica, realizando estudios sobre el sistema nervioso de los cangrejos y las glándulas salivales de los perros).
Con Breuer congenió enseguida porque podía hablar con él de literatura, de arte, de filosofía. Por aquel entonces escribió en carta a Marta, su novia, que Breuer “irradiaba luz y calor”, que estar con él era “como estar sentado al sol”. Y sutilmente empezaba a medir con él su estatura, en un movimiento de propia superación ante la imagen de un incipiente Ideal del Yo: “Es una persona tan esplendente que no sé lo que ve en mi para ser tan amable”.
Es curioso que, a su vez, el Dr. Breuer llegó a escribirle a otro colega, el Dr. W. Fliess, especialista en otorrinolaringología, que después fue, durante décadas, el gran amigo y confidente, el alter ego, de Freud: “La inteligencia de Freud está alcanzando su máxima altura: le sigo con la vista como una gallina sigue el vuelo de un halcón”.
Diré como nota al margen de estas anécdotas, que Ernest Jones, en su biografía de Freud, señala la predisposición de Freud a ser muy influenciable, sobretodo por personas a las que le unía un lazo afectivo, y que, en reacción a esta tendencia natural, afirmó un rasgo de personalidad que fue para él causa de muchos disgustos: “nunca fue cosa fácil hacerle cambiar su opinión acerca de cualquier cosa”. Este rasgo se constituye por lo que él después definió como un mecanismo de defensa nominado formación reactiva, que es una disposición automatizada a actuar de modo contrario al que la propia inclinación le llevaría.
Una paciente histérica
Para comprender la influencia del Dr. Breuer en el joven Freud, es necesario encarar el caso clínico conocido por el nombre supuesto de “Anna O” y considerado como el caso fundacional del Psicoanálisis.
En realidad esta paciente del Dr. Breuer se llamaba Berta Pappenhein. Estuvo tratada por él durante dos años, desde 1880 a 1882, a causa de una extraña y compleja sintomatología aparecida a raíz de la muerte de su padre, con quien había estado muy unida durante su vida, y a quien le había prodigado todos sus desvelos durante su enfermedad. Cuando en una calurosa noche de verano de 1883 -”estábamos los dos en mangas de camisa”, le escribió más tarde Freud a su novia Marta-, Breuer le revela a su joven amigo la fascinante historia, desencadenó en éste tantas ideas e inquietudes que le fue llevando paulatinamente a la construcción sistemática de todo el gran edificio del Psicoanálisis.
El caso de Anna O. está descrito en Estudio sobre la histeria, primera obra psicoanalítica, publicada en 1896 y escrita, en colaboración, por Breuer y Freud.
Anna O. fue una persona “excepcionalmente culta e inteligente”, a veces obstinada, con una gran sensibilidad humanitaria, que tenía 21 años cuando se le manifestó la enfermedad, y que llegó a ser posteriormente la primera asistenta social de Alemania y una de las primeras del mundo.