miércoles, 1 de abril de 2009

Yo, Ello, Super-Yo

En esta primera mañana del recién nacido abril, con los cielos cubiertos, amenaza de lluvia y frío rechinante, retomo mi tarea semanal…
Como ya os señalé en la lección anterior, la segunda descripción del psiquismo personal, desarrollada por Freud en su libro El Yo y el Ello, presenta una Teoría del funcionamiento dinámico de nuestro psiquismo y una original concepción de la estructura de nuestra Personalidad.

La fundamenta Freud en tres sistemas de fuerzas en tensión permanente, que él denomina instancias (de instar, ejercer presión).

Una instancia impulsora que es el ELLO,
una instancia represora que es el SUPER-YO,
y una instancia reguladora que es el YO,

como el motor, el freno y el volante de un automóvil.


(Aquí he intentado poner un gráfico de las tres instancias y no he logrado hacerlo. Lamento mi impericia).




¿Dónde se encuentra mi YO?

Aprovechando el mismo esquema gráfico de la primera descripción tópica, diré que en el núcleo de la esfera Consciente se ubica el YO.

Frente a este primer esbozo de representación gráfica, voy a hacer cuatro observaciones o consideraciones:

1ª.- Una primera consideración es que nuestra realidad psíquica es mucho mayor, mucho más extensa, que nuestro YO. El YO viene a ser como la cresta del iceberg que emerge sobre la superficie, pero que deja sumergida e invisible una gran extensión de su realidad. De aquí se desprende un importante objetivo psicopedagógico: enriquecer el YO con una exploración más profunda y extensa de la propia realidad personal.

El “nosce teipsum” de Sócrates adquiere en esto su plenitud de significado: ampliar la autoconsciencia, reconocer y estructurar las motivaciones valorativas que impulsan y orientan nuestros comportamientos, definir al auténtico Ideal del YO (ya señalaré su diferencia con el YO ideal, que pertenece a la esfera del SUPER-YO).

Y desde este autoconocimiento acrecentado, desarrollar y potenciar la función fundamental del YO, que es la autorregulación. Mientras más extensa sea el área de autoconocimiento , mayor será la posibilidad de autocontrol y autorregulación.

2ª consideración: El YO viene a ser ese conjunto de datos sobre uno mismo que identificamos como propios y que enfrentamos a la realidad exterior. Es como un recorte de sí mismo, en medio de la realidad envolvente. Aunque lo que se recorta y se perfila de sí mismo es también una parte solamente de esa amalgama que constituye su realidad total a la que ha llegado la autoconsciencia. La otra parte de nuestra propia realidad total, la sumergida en el Inconsciente, al no pertenecer a la esfera identificada del YO, Freud la denominó el ELLO.
El niño al nacer es puro ELLO, una amalgama de energías impulsivas no reconocidas ni controlables, puesto que no existe todavía un YO capaz de autorreconocimiento y autocontrol. Tampoco se distingue de la realidad exterior, cuyo dato más importante en ese momento existencial, el pecho de su madre, lo experimenta como una prolongación de sí mismo. Esta es la teoría de Melania Klein. Por eso puede ser tan traumático y mutilador la separación del pecho materno si no se le proporciona paulatinamente objetos transicionales como el chupete, el peluche etc., tal como lo explica magistralmente Winnicott en “El proceso de maduración del niño”.

El niño se mira al espejo y no se reconoce. Y, a medida que va adquiriendo y organizando, muy rudimentariamente, datos sobre sí mismo, aprende a decir NO, que es un modo de independizar y diferenciar su YO de la realidad exterior, y aprende a decir MÍO. Es así el nacimiento de la autoconsciencia, como paulatino alumbramiento de la propia identidad, a partir del enfrentamiento con la realidad objetiva, la de uno mismo y la circunstancial. A partir de ahí ya empieza a reconocerse y a sonreírse a sí mismo ante el espejo.
Si me decido a explicarlo desde el punto de vista neurofisiológico, diría más o menos esto: que el niño, desde que pone pie en la existencia, en el medio cósmico, está sometido a un hervidero de estímulos, tanto a los interiores de su organismo (hambre, frío, calor, picor, dolor...) como a los exteriores. El sistema nervioso va filtrando permanentemente un caudal de informaciones. El cerebro los va seleccionando, los va organizando, y los va reconociendo paulatinamente al aplicarle el lenguaje que los clasifica y los convierte en ideas (palabra que deriva del griego eidos y que significa representación). Estas re-presentaciones de los estímulos provocan reactivamente impulsos, que se canalizan en emociones y sentimientos, y activan el movimiento que determina la acción... Todo esto a nivel fisiológico supone la movilización de miles de millones de neuronas dirigidas por unas pequeñas conexiones que se llaman sinapsis. Hay un libro, ahora no recuerdo de qué autor, que se titula El hombre neuronal, porque es así como se constituye la persona a nivel neurofisiológico, a través de una red conexionada por neuronas que van procesando y transmitiendo todo ese complejo mecanismo cerebral.
Con estas reflexiones pretendo decir que el centro, el eje, el cibernetes de todas esta operaciones es, al nivel que se refleja en el sistema Consciente, el YO, que en cada persona se constituye de un modo totalmente singular y único: de donde se va derivando su singular y única personalidad.

Dejo la 3ª consideración para la lección de la semana siguiente a las festividades de Semana Santa.

2 comentarios:

  1. Querido Fernando, espero que hayas pasado muy gratas vacaciones... esas que siempre quedan atrás en un revuelo porque pasan en un pis-pás sin apenas darnos cuenta. "Y como pasa la vida / que de pronto son años / sin pasar tú por mi, detenida" -que diría Silvio Rodríguez.

    Me ha gustado muchísimo la explicación de la estructura "Yo-Ello-SuperYo". Como comentas al final, el Yo es el eje, el sistema Consciente. Y es el que se trata de conocer, estimular, potenciar etc. a través del trabajo analítico no sólo de este, sino también del Ello y del SuperYo. "Donde Ello era / Yo adviene" -diría Freud.

    En el “Análisis Transaccional” en el que tu me formaste desde tu noble y generoso, prolijo y exquisito magisterio, encontramos una analogía con esta estructura psíquica en cuanto a que su autor, Eric Berne en su libro “Juegos en que participamos” -1964-, plantea la idea de que nos comunicamos desde tres estados distintos de la personalidad: Padre, Adulto y Niño.

    “El Padre” hace referencia a esa “vocecilla” interior que juzga, critica, recrimina, amonesta… Aparece con frases como: “Eso no está bien que lo hagas”, “Eso es pecado”, “Te castigaré si no haces lo que es debido”, “Eso te pasa por irresponsable”, “Eres injusto”, “Tienes que hacer lo que yo te diga que es lo que más te conviene” etc. En otras ocasiones puede destacar lo positivo felicitando y apremiando situaciones: “Has sido un chico muy bueno, eso es lo que debías hacer”, “Has cumplido muy bien con tu obligación”, “Magnífico, has actuado fenomenal”... Obedece a criterios impuestos por los padres en la infancia que condicionan posteriormente las experiencias vitales. Este estado de la personalidad es el responsable directo de que ocurra el sentimiento de culpa. Está muy presente en personas que han tenido una educación muy estricta y una profunda formación religiosa.

    “El Adulto” hace alusión a la parte que se mueve en torno al “Principio de Realidad” freudiano, es decir, a la parte que reflexiona, que toma las riendas de su vida, que actúa de manera objetiva y racional según experiencias previas. Es el estado en el que la persona elige hacer frente a la realidad adaptándose a ella según las circunstancias que van surgiendo en cada momento. Se hace patente en el individuo que muestra la capacidad de ser flexible ante los problemas del día a día y no se queda anclado emocionalmente. “La sabiduría de flexibilizar las opiniones” –que dirían los clásicos-. Es también aquél estado en que la persona reacciona controlando sus estados emocionales llegando a alcanzar un funcionamiento diario normalizado en todas las áreas de su vida.

    “El Niño” es el niño que fuimos y que continúa en nuestro interior. A veces está alegre, otras triste; unas veces se siente solo, otras juega y se divierte en compañía; en unas ocasiones necesita el abrazo, el cariño, la protección y en otras espacio vital para explorar; unas veces está enfadado, grita, llora y otras reacciona calmadamente… Puede mostrarse, dependiendo de las circunstancias, de una manera pasiva ante las advertencias del “Adulto” asumiendo y acatando las normas de éste o bien posicionarse a lo Enfant terrible rebelándose contra todo. Un caso en el que “El Niño” puede estar muy acentuado en la personalidad podría ser, por ejemplo, el de una persona que en su infancia haya sido frecuentemente amonestada y después haya desarrollado un núcleo sensibilizado hacia cualquier tipo de amonestación por parte de los demás reaccionando como Mecanismo de Defensa con su “Niño” interior más rebelde. En casos extremos -y dentro de lo patológico- puede darse la tiranía del hijo obstinadamente inflexible y dictador con respecto a sus padres, en el colegio... Un ejemplo de esta situación Clínica la tenemos magníficamente retratada y elaborada en la obra de teatro “Hay que purgar a Totó”.

    Un abrazo, bello Fernando, esperamos tu vuelta con la alegría inquientante con la que se espera un rayón de sol tras una tarde larga de lluvia gris.

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  2. Mu interesante, didáctico.

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