jueves, 5 de marzo de 2009

Un “test” para clasificar el funcionamiento de la Consciencia individual




En esta mañana que está lluviosa y cenicienta, voy a seguir haciendo, sobre la marcha que iniciamos la semana pasada, algunas aportaciones y elucubraciones que pueden ser interesantes para comprender, según los principios del Psicoanálisis, la organización funcional de eso que hemos llamado el sistema Consciente, y también de sus perturbaciones.

El test de Jung sirve de instrumento para analizar los parámetros de nuestra autoconsciencia, las disposiciones fundamentales de nuestro Consciente personal.
Es una técnica introspectiva para comprender la personalidad del individuo, su modo específico de comportarse, su modo singular de procesar las experiencias y de orientar sus energías vitales (libidinales, diría Freud) en su encuentro adaptativo con el mundo.

Para Jung ese Consciente estaría constituido por dos disposiciones predominantes y por cuatro funciones específicas que orientan y procesan nuestras experiencias individuales.

Las dos disposiciones fundamentales son: la Introversión y la Extraversión, que ya configuran dos tipos definibles de ser y estar en la vida: el de personalidad introvertida y el de personalidad extrovertida, según mantenga una autoconsciencia más directamente en contacto con el mundo interno y subjetivo, con las repercusiones que la realidad interior producen en él (como dentro de la caverna de Platón), o tenga la consciencia más orientada al mundo exterior en respuesta a los estímulos exteriores inmediatos.

La persona introvertida encuentra sus gratificaciones básicas y sus fuentes de interés en el interior de sí mismo, y la persona extravertida las encuentra en sus relaciones con los demás y con el medio. El extrovertido ve las cosas de afuera, el introvertido se ve a sí mismo. El introvertido es más especulativo, el extravertido más práctico. El extravertido más resolutivo, el introvertido más dubitativo.

Y las cuatro funciones, como ventanas del sistema consciente, desde donde vemos la realidad y a nosotros mismos, desde donde recibimos los estímulos interiores y exteriores a nosotros y procesamos las experiencias, son : La Percepción, la Intuición, el Sentimiento y el Pensamiento.

Es decir: tomamos consciencia de nosotros mismos en la existencia y de la realidad exterior percibiendo, intuyendo, sintiendo (afectándome) y pensando.
-Desde la ventana perceptiva tengo consciencia, por ejemplo, de que aquí hay algo, percibo una forma, un color, un olor, un ruido;
-con el pensamiento digo que es un perro, lo identifico con cuadrúpedo canino de raza boxer (por ejemplo);
-el sentimiento me induce a expresar complacencia, qué bonito; y
-con la intuición conozco que me puede morder y me acerco con cuidado.

En todas las personas operan las cuatro funciones en la toma de consciencia de la realidad, exterior o interior, aunque en cada persona individual algunas funciones predominan sobre otras, determinando ocho tipos de personalidad o modos de estar en la existencia, según se combine su función predominante con la orientación fundamental extravertida o introvertida.
Conviene tener en cuenta que la función Pensamiento depende de la Sensación, que ya decían los antiguos “nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu”.

De aquí que cuando el pensamiento se aleja excesivamente de la sensación, que es la ventana más inmediata a la realidad exterior, se pueda originar la patología autista, la patología del pensamiento introvertido sin ventanas a la realidad, y así mismo el delirio, la esquizofrenia, la psicosis.

Igualmente la pura percepción introvertida podría originar alucinaciones, y la función perceptiva unida a la función sentimiento, cuando no está mediatizada por una función de pensamiento discriminativo, podría promover esa reacción del instinto animal impetuosa e indiscriminada ante los estímulos, que es lo que caracteriza a la psicopatía (que en la clasificación nosológica actual se inscribe en el cuadro llamado patología bordeline)

La neurosis supondría un proceso deficiente y desproporcionado de la reacción afectiva, la función sentimiento, frente a la percepción, con desactivación de la función discriminativa del pensamiento (hipocondría, fobia, depresión vital, distimia...).

La psicopatía se origina por descontrol de los impulsos instintivos.
La neurosis, por desajuste de la afectividad y desproporción de las reacciones emocionales.

Sin embargo, el aprovechamiento de la función perceptiva con el refuerzo de la intuitiva facilitaría el pensamiento divergente, base de la creatividad.

Los filósofos antiguos hablaban del conocimiento por connaturalidad, que supone una asimilación afectiva del objeto del conocimiento, de los datos de la percepción elaborados por el pensamiento.
Se le llamaba también conocimiento interno, el que da confirmación al pensamiento de Pascal sobre las razones del corazón , o al de Saint Exupery de que sólo conocemos con el corazón, la verdad es invisible a los ojos.
Con “los ojos” se refiere al conocimiento puramente especulativo o científico, que solo se procesara por la función pensamiento, y que da origen a toda la filosofía etiquetada como Racionalista. Ese, por ejemplo, “teórico de la castidad que no es casto” sobre el que reflexiona Santo Tomás de Aquino. Y piensa también Santo Tomás que la voluntad es una facultad indesligable del conocimiento, de la función pensamiento.


Pero distingue Santo Tomás entre voluntad electiva y voluntad afectiva, y a ésta la define como la facultad psíquica que dirige tenazmente los propios deseos a los propios intereses y valores, objetivamente conocidos y asimilados, y afectivamente interiorizados y amados. En definitiva es lo que hoy se entiende por Inteligencia emocional, en cuanto que la actividad rectora es la inteligencia, organizadora de la acción voluntaria, reforzada por la afectividad y dirigida al objetivo final de plenitud emocional, la Felicidad.

2 comentarios:

  1. Tu entrada, Fernando, me ha hecho retornar a aquellos viejos tiempos en los que, en nuestro recordado “Campo del Ángel de Alcalá de Henares, estudiábamos la interrelación de las facultades del hombre en su actuar.

    “Sympatia facultatum”, llamaban los clásicos a esa evidente mutua acción que se da entre las facultades del hombre cuando opera. Las “razones del corazón” de Pascal, “la verdad invisible a los ojos” de Saint Exupery, a los que aludes, no son más que la manifestación de la actuación unitaria y global del operar del ser humano.

    El tema, por el interés de escuela que suscitaba, me llevó a analizar en profundidad esa mutua relación interactiva, centrándome, sobre todo, en el entendimiento y en la voluntad. Analicé la opinión de Tomás de Aquino, que citas en tu entrada: “la voluntad es una facultad indesligable del conocimiento intelectual”. La acción libre del individuo, afirmaba Tomás, es producto de una acción conjunta del entendimiento y de la voluntad. (Sin duda, ya había en aquellos autores la intuición de lo que hoy llamamos, y tú así lo haces, “inteligencia emocional”). El acento prioritario, en una de las dos facultades protagonistas de la acción humana (intelectualismo o voluntarismo) originó concepciones esencialmente diferentes sobre la naturaleza de ambas facultades. Estos análisis, que parcelaban al hombre, llegaron a atomizar el análisis de forma tal que más que clarificar confundieron la unidad operativa del ser humano.

    Sólo a título de ejemplo, voy a enumerar la excesiva dicotomía que aquellos clásicos establecían en la mutua acción intelectual-volitiva. (Hoy nos parecería desajustado y ridículo parcelar de esta manera el actuar del hombre): “amor simplex” o “voluntas”; “intentio”; “eletio mediorum”; “consilium”; “consensus”; “judicium practicum”; “imperium rationis”; “usus” y, finalmente, “fruitio”. Dificilmente se podía entender el papel unificador de las facultades al operar. Ello contribuyó a establecer unas líneas de escuela formales y vacías, negando, en consecuencia, la verdadera realidad unitaria y unifcadora del hombre al operar.

    Es verdad que ya algunos autores, incluso los que marcaban la atomización dicha, ya hablaban del conocimiento “por connaturalidad”, exigido por la “sympatia facultatum”. Esto suponía no sólo, como dices, establecer una asimilación afectiva de los datos de la percepción elaborados por el entendimiento, sino la necesidad de entender al ser humano como una totalidad operativa unitaria en sus facultades.

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  2. ... /... ¡Salud, Fernando!, siento muchísimo no haber entrado a escribir hasta hoy. He pasado una semana sin conexión a internet, pero ya estoy de nuevo aquí. De hecho, acabo de dejar un comentario en el texto anterior porque no quiero perderme nada en esta maravillosa oportunidad de aprender que nos regalas generosa e incondicionalmente.

    Con respecto a lo explicado esta semana, me has recordado un artículo que escribí hace tiempo titulado "Vivir en el eje" (metafóricamente hablando): ¿Quién vive en el eje desde del punto de vista de la psicología? Vive en el eje el adulto que se desenvuelve desde un “Principio de Realidad” freudiano capaz de tomar las riendas de su vida actuando de manera flexible ante las exigencias y problemas de la vida diaria. El individuo que sin perder la riqueza de su horizonte subjetivo, es al mismo tiempo capaz de actuar de manera objetiva y racional según experiencias vitales previas. El que controla las riendas de sus estados pasionales y vuelve a su eje emocional alcanzando un funcionamiento diario normalizado en todas las áreas de su vida (personal, social,sexual, laboral y familiar).

    Al final del artículo transmito una idea relacionada con el pensamiento divergente que tú señalas como base de la creatividad:

    En el universo del arte, el equilibrio psicológico es muy importante para la creatividad, es decir, la salvaguardia del eje es capital en lo artístico. Pero, en muchas ocasiones, tal vez sea la pérdida de ese eje el comienzo de todo arte. En todas las facetas del mundo creativo encontramos numerosos ejemplos de artistas que no han alcanzado en sus vidas un equilibrio psicológico. Individuos que han tenido una visión particular de la realidad desbordándonos de belleza gracias a su dolorida, singular y personalísima mirada: Delirios perfectamente armonizados… ejes desbordados de sí mismos en la búsqueda incesante e insaciable de la belleza.

    Feliz semana, queridos amigos, os abrazo en la primavera que amanece...

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