miércoles, 11 de marzo de 2009

LAS BODEGAS DE LA MENTE: PRE-CONSCIENTE e IN-CONSCIENTE



Con la primavera apuntando ya en los brotes color violeta de las jacarandas del parque, y descendido de las alturas filosóficas a las que nos elevó José Mª, y de las colinas hermenéuticas de Tánger, voy a seguir analizando lo que Freud denomina el Aparato Psíquico.

Hasta la semana pasada estuve exponiendo la configuración de una de sus piezas, el Consciente. Otra pieza de este Aparato se llama (la llamó Freud) Preconsciente. Lo voy a despachar pronto, porque no es un concepto especialmente importante, ni difícil de entender.

El Preconsciente abarca todo lo que no está inmediatamente dentro del campo iluminado de la consciencia psicológica, pero que puede ser evocado y reconocido con algún esfuerzo. Como datos que están extraviados dentro de un fichero y que sólo es cuestión de buscarlos, porque sabemos que están allí. Algo así como “lo tengo en la punta de la lengua” de nuestro lenguaje coloquial...


SOBRE EL INCONSCIENTE

Y pasamos a estudiar la tercera pieza de este Aparato Psíquico, el tercer componente tópico del psiquismo, según la gnoseología de Freud, que es su gran aportación científica y cultural: El Inconsciente.

Ya dijimos que la importancia cultural de Freud, la que le hace estar en las listas de las 1000 personas más influyentes en la Historia de la Humanidad, o entre las 100 personas más significativas del milenio que acabamos de rebasar, es haber descubierto, o haber dado las grandes pistas para descubrir el significado profundo de la conducta humana. Las estructuras subterráneas, las dimensiones, las motivaciones, los mecanismos y dinamismos ocultos que subyacen a nuestro comportamiento, sea el comportamiento intelectual, afectivo o el de acción, la cara oculta de la Luna, la dimensión sumergida del Iceberg...
Todo esto es la aportación cultural de Freud al progreso de la humanidad. La llave para entrar en el sótano, en el desván, en lo más profundo de la casa interior de una persona, y para descubrir y descifrar el significado profundo de su estar-en-la-existencia, del actuar humano, esa llave lleva la efigie de Sigmund Freud. Y si nosotros queremos y estamos dispuestos a emprender esta aventura espeleológica, tendremos que hacerlo de la mano y a la luz de la linterna intelectual de Sigmund Freud.

Naturalmente, hay otro objetivo implícito al intentar adentrarnos, con Freud, por los vericuetos del Inconsciente: el de darnos pistas para nuestro propio descubrimiento profundo, entrar en el dédalo, como Teseo con el hilo de Ariadna, de nuestro inconsciente personal y desvelar los móviles ocultos de nuestro propio modo de actuar y de ser, y llegar a aceptarnos y a integrarnos mejor como personas. Recuerdo la historia de Tony de Mello de aquel sabio a quien le preguntaron sobre la diferencia entre la ciencia y la sabiduría. Respondió que a la Ciencia se llega estudiando muchos libros; a la Sabiduría estudiando uno sólo: el libro de uno mismo. Pero, añadió, de este libro salen nuevas versiones casi cada minuto de su vida. Y no sé si ya he citado una reflexión de Harry Guntrip de su libro El self en la teoría y la terapia psicoanalítica: “Hemos llegado a un estado de cosas en que es evidente que el problema humano fundamental no es el de comprender y dominar las fuerzas físicas del universo, sino el de comprenderse a sí mismo y el de encontrar los medios para ayudarse a sí mismo y ayudar a los de más a lograr una auténtica realización personal”.

A propósito del binomio ayudarse a sí mismo- ayudar a los demás, les recordaré la historia de aquel sabio oriental que había llegado a la cumbre de la Iluminación y la Sabiduría, y reflexionaba así: Cuando yo era joven quería transformar el mundo. Cuando fui madurando, comprendí que la ambición juvenil era imposible y me esforcé en ayudar y hacer el bien a los que me rodeaban. Ahora que estoy en la plenitud de mi vida, sólo quiero ayudarme a mí mismo que es el único modo de que se beneficien todos los demás.

Toda esta digresión era para llegar al tercer componente del psiquismo, el más original y fundamental en Psicoanálisis, la tercera pieza que integra la estructura del famoso Aparato, que es el Inconsciente.

Tendré que decir, para empezar, que es el depósito de todo lo que ha quedado desplazado del campo de la consciencia y de la preconsciencia.

Pero volveremos a ello en la microlección de la próxima semana.

1 comentario:

  1. Mi gratitud y siempre en deuda, querido Fernando, por llevarnos de lujoso paseo primaveral y desvelarnos los secretos más íntimos y apasionantes del psiquismo humano.

    Dado que nos adentras en los vertiginosos misterios del inconsciente, quisiera señalar algo muy importante de lo cual venimos haciendo gala en este exultante viaje juntos. Me refiero al hecho de que la Literatura, a modo de espejo, nos ayuda a descubrir y conocer nuestro inconsciente:

    “Del mismo modo que el ojo no puede verse a sí mismo, pero puede ver su reflejo en el ojo de otro, como en un espejo, el alma no puede conocerse directamente. Sin
    embargo, le resulta posible verse mirando lo que se le asemeja, es decir, otra alma”.

    Y es así que el espejo maravilloso del alma, sabio de siglos, palpita en el corazón de los Clásicos. Es un recorrido fascinante por la sabiduría de aquellos que conocieron a la perfección el ser humano: Cervantes, Shakespeare, Lope de Vega, Baltasar Gracián, Góngora, Quevedo, Calderón de la Barca, Garcilaso de la Vega, Balzac, Emilio Zola, Rousseau, Stendhal, Flaubert, Molière, Montaigne, Montesquieu, Cátulo, Sófocles Homero, Virgilio, Horacio, Dickens, Séneca, Larra, Duque de Rivas, Víctor Hugo, Sartre, Camus, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Rubén Darío, Ken Follet, Aldous Huxley, H. Hesse, Soren Kierkegard, Goethe, Carpentier, Juan Rulfo, Stevenson, Valle-Inclán, Zorrilla, Ovidio, Aristóteles, Platón, Maquiavelo, Castiglione, San Agustín, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Thomas Mann, Melville, T.E. Lawrence, Moratín, Cadalso, Kiplin, Walter Scott, Lewis Carroll, Umberto Eco, Dante, Ítalo Calvino, Gabriele D´Annunzio, Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Edgar Allan Poe, Graham Greene, Boris Pasternak, M. Shelley, Bram Stoker, Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas Clarín, Tolstoi, Voltaire, Nietzsche, Kant, Schopenhauer, Epicuro, Kafka…/…

    Porque la felicidad es un territorio de alma a conquistar... ¡Salud y venturosa conquista!.

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