viernes, 29 de mayo de 2009


¿CÓMO FUNCIONA MI YO? ¿Adónde se dirige?

Enmedio de estos tumultuosos calores preveraniegos, voy a hacer una reflexión sobre las funciones que realiza el YO, en cuanto que es una instancia dinámica del psiquismo, y está re-presentado por una personalidad actuante en la existencia, desde unos procesos psíquicos fundamentales que integran las tres funciones de autorregulación, adaptación y diferenciación.

Empezaré diciendo que, por su naturaleza dinámica, el YO se dirige a un objetivo existencial, primario, programado en su genoma original. No es otro que la autoconservación y la autoafirmación en la existencia, como dos caras del mismo objetivo vital. Para alcanzar este objetivo realiza una serie de funciones específicas, que yo concretizo en las tres ya mencionadas: La autorregulación, la adaptación y la diferenciación.

Ya dije que el ELLO es la instancia impulsora del funcionamiento de este aparato, el SUPER-YO la instancia represora o frenadora, y el YO la reguladora.
Para efectuar esta función reguladora, o autorreguladora, tiene que tener en cuenta,
a-por una parte, las exigencias, reclamos o necesidades del ELLO.
b-Por otra parte, las presiones, coacciones, amenazas del SUPER-YO.
c-Y en tercer lugar, tiene que actuar permanentemente frente a una realidad, con sus datos o estímulos positivos y negativos, en función de los cuales, y a la vista de sus objetivos existenciales, los primarios ya descritos, y los secundarios que derivan de su ideal de realización de cada persona, el YO organiza sus recursos y posibilidades, teniendo en cuenta al mismo tiempo sus limitaciones y sus carencias. Menninger afirma que toda la filosofía del Psicoanálisis se basa en el inteligente control de la conducta y no en una indulgencia arbitraria, licenciosa y agresiva.

¿Soy feliz?

Haré una breve referencia a la felicidad, a propósito de esta función autorreguladora del YO. Y diré que todos aprendemos, tarde o temprano, a conducir el automóvil, que derrochamos paciencia y perseverancia hasta conseguirlo, y que merece la pena que derrochemos paciencia, ilusión y perseverancia en aprender a autoconducirnos en camino hacia nuestros objetivos.

Añadiré que esto es la felicidad. Saber que dirigimos nuestra vida hacia nuestras propias metas y que avanzamos paulatinamente, con ilusión, paciencia, perseverancia y alegría, en ese camino.
Rabindranath Tagore escribió: “Mi corazón está triste porque no sabe a dónde lo están llamando”. Cuando sabemos a dónde nos llama nuestro corazón, y avancemos en ese camino, experimentaremos eso que se llama Felicidad.
Le escuché al cantante Carlos Cano, en una entrevista televisiva a raíz de una operación que le practicaron en Nueva York, que él se había preguntado muchas veces, como todo el mundo, qué es la felicidad, y que ahora, después de haber estado al borde de la muerte, ya lo sabía: La felicidad es vivir. Yo diría que sí, que es conectar con la vida que bulle dentro de nosotros mismos y que se expande, con el dinamismo de la alegría, hacia su plenitud.

Muchas personas orientan sus esfuerzos a liberarse de lo que no quieren ser, cuando lo importante es invertir las fuerzas en conseguir ser lo que se quiere ser.
Una persona normal, integrada y madura es la que orienta sus tendencias, regulándolas en la dirección de los objetivos personales de su YO y del propio sistema jerarquizado de valores.
Siempre suelo hacer referencia al mítico auriga de El Carro Alado de Platón. El auriga, que representa al YO en cuanto razón y voluntad, dirige a su caballo blanco (las emociones) y a su caballo negro (los instintos), hacía sus propios objetivos existenciales. Es una esclarecida imagen filosófica de lo que constituye al ser humano como autónomo, integrado y libre. La inteligencia como función del YO reguladora de las emociones y de los instintos, prolongada en voluntad en cuanto acción persistente encaminada hacia los objetivos intelectualmente decididos, es lo que hoy se entiende, con Goleman, por inteligencia emocional, que define a la persona integralmente inteligente, y representa al prototipo de la libertad y a ese hombre autorrealizado que delineó Abraham MASLOW.

La inteligencia emocional es, en definitiva, la que organiza nuestras emociones y la orientación de nuestra vida hacia el objetivo final, la Felicidad.

Insistiré en no confundir la voluntad con el deseo, lo que me gusta con lo que quiero.
La voluntad no es el deseo, sino la capacidad de dirigir el impulso del deseo y del gusto hacia los propios objetivos vitales de la persona.

jueves, 14 de mayo de 2009

REPRESIÓN Y ANGUSTIA. LA IMAGEN DEL YO



Seguimos nuestra reflexión sobre el YO, pieza fundamental del Aparato Psíquico y núcleo consciente de nuestra personalidad, aludiendo al fenómeno de la REPRESIÓN y al de la ANGUSTIA, sobre los que insisteré más adelante con mayor amplitud:
Al mecanismo que desplaza el recuerdo de la Consciencia Freud le llama Represión Los recuerdos desplazados de la Consciencia por la represión ejercen, a veces, un clamor constante, una insistencia desesperada, bloquean la realización de nuestras intenciones con actos fallidos, emergentes con frecuencia en sueños y pesadillas, tanto que pueden perturbar o descompensar el equilibrio del YO. (Pero esto voy a tratarlo enseguida, al hablar de la segunda instancia del aparato psíquico, el ELLO).

La buena y la mala angustia

A propósito de los sueños de angustia, o de la angustia que con frecuencia asedia al YO personal, quiero citar un pensamiento de Freud, de su obra de 1926, Inhibición, síntoma y angustia. Dice allí que la angustia es necesaria para la supervivencia del YO. Que sin la angustia el YO se sentiría indefenso frente a las amenazas externas o internas. La angustia, que fisiológicamente es una operación hormonal (supone la producción de adrenalina por las glándulas suprarrenales, y la absorción de esta adrenalina por la función beta, para fortalecer el corazón, acrecentar el nivel de vigilancia y preparar la acción ante la percepción sensorial de un peligro) es imprescindible para la supervivencia del organismo humano.
Sin ella, afirma Freud, “los seres humanos serían menos que humanos”. La angustia anticipa vivencialmente un peligro, un riesgo, frente al que el YO no tiene todos los recursos de control. Le sirve para prever la medida del riesgo y decidir qué debe enfrentar, qué hay que evitar, hasta qué punto debe temer.
Freud asegura que la educación, y también la psicoterapia, nos tiene que enseñar a saber dosificar el miedo y actualizar nuestros recursos ante el riesgo (incluida la decisión de tomar algún fármaco “betabloqueante”).
Este riesgo para el hombre primitivo pudo ser el asalto rugiente de un león o la presencia sibilina de una serpiente, mientras iba de caza por la selva. Para el ser humano de hoy puede ser una entrevista de trabajo, un debate político, pasar un examen médico o viajar en avión.

Funcionalmente, la angustia, y la ansiedad, son una reacción endógena del organismo, como respuesta, en carga energética, a los estímulos externos. La mente humana opera como una fábrica de transformación de esas energías al servicio del YO. Esas transformaciones son positivas, cuando se aplican en realizaciones útiles y adaptativas: creatividad, trabajo, autosuperación, amor

Cuando esas energías no encuentran vías de escape positivas y adaptativas, se originan síntomas desestabilizadores del equilibrio del YO, como pueden ser: descontrol de impulsos, somatizaciones histéricas, anorexia, reacciones fugitivas…, incluso el trastorno de ansiedad paralizante o el panic attac, cuando el YO no encuentra, o no organiza, vías de escape al caudal de energía intrapíquica acumulada.

Para Otto Rank, uno de los primeros seguidores de Sigmund Freud, toda reacción orgánica de angustia o ansiedad se produce por la pérdida de las seguridades existenciales. Esta reacción se manifiesta primariamente en lo que él llama el Trauma del Nacimiento, simbolizado por ese primer grito de angustia que todo ser humano emite al ser separado de la seguridad existencial que le supone el vientre materno. El enfrentamiento posterior, real o imaginario, de pérdida de seguridades vitales excitará la “alarma” intrapsíquica y encenderá en la mente del YO el piloto rojo de la angustia.


La imagen de mi YO

Terminaré estas primeras elucubraciones sobre el YO, la instancia más aparente del Aparato psíquico, citando la teoría de que la imagen del propio Yo, la consciencia de uno mismo, se va construyendo evolutivamente, a través de los años, a partir de experiencias personales e interpersonales.

-Esa consciencia integra, primero, las informaciones de sí mismo almacenada en el genoma original. Es lo que se puede llamar el Self.

-Con esta imagen se amasa la del Ideal del Yo. Eso que deseamos ser y que opera en nuestro comportamiento dirigiéndolo o corrigiéndolo. Es la imagen con la que nos comparamos, a partir de
*modelos referenciales,
*de valores social y culturalmente aceptados,
*de gustos personales y
*de exigencias y expectativas familiares.

-Además del Self y del Yo Ideal, existe el Yo del grupo, que funda nuestra Pertenencia: el factor de propia identidad que nos proporciona pertenecer a una raza, a una familia, a una religión, a una profesión...

-Hay que añadir el Yo del Rol, el papel que nos corresponde representar , con pautas de conductas muy determinadas, en nuestra función de padre o de hijo, o de esposo o esposa, de hombre o mujer, de director o subordinado, de médico o de taxista, etc.

-Y por último está la imagen de Yo que resulta de lo que se llama llama el Yo del espejo. Es la imagen que se refleja, como en un espejo, en lo que los demás ven en nosotros, en sus actitudes, sus reacciones, sus expectativas, sus comportamientos, de aceptación o rechazo. Sin olvidar que es la madre el primer espejo de conformación de la imagen del Yo.

Todas son experiencias auto-referenciales, con las que se va edificando y configurando evolutivamente la consciencia del propio YO, pieza fundamental del funcionamiento del Aparato psíquico descrito por Freud.

domingo, 3 de mayo de 2009

SOBRE EL "YO", SUS DESEOS Y SUS RECUERDOS

En mi lección anterior deje pendiente una 4ª consideración sobre esa instancia central del llamado por Freud aparato psíquico, constitutiva esencial de nuestra personalidad y de nuestra autoconciencia, que es el YO:

4ª consideración: El YO se construye en el presente. Había una sentencia, no sé de quien, que decía: construye cada día el edificio de tu YO con los mejores ladrillos de ti mismo, desechando los deteriorados o malformados. A ver si me explico: una trampa de nuestro idioma (quizás también una de sus riquezas) es hacer distinción entre los verbos ser y estar. Otros idiomas, el inglés, el francés, no los distinguen, utilizan el mismo verbo, être, to be. Quizás privan a la percepción de interesantes matices, pero la realidad es que se trata de la misma cosa: el que es, está; y el que está, es.
Cuando el YO no se instala mentalmente en el presente, sino que se traslada al pasado, que ya por definición no existe, o al futuro que todavía no es, el resultado es que no está, que no consiste, que vive como colgado del asa de una estrella, sin base real ni consistencia.

De esta sencilla consideración voy a sacar varias consecuencias:


1. Vivir el presente

Una es que el YO adquiere su consistencia en el presente, en el aquí, en el ahora mismo. Por supuesto que enriquecido con la experiencia del pasado, aunque desprendiéndose de lo peor que ese pasado pudo dejarle adherido. Lograr esta liberación de las adherencias perniciosas o negativas del pasado es una de las funciones más eficaces de la Psicoterapia, en cuanto que es, según Freud, como una “segunda educación”.

2. Proyectar el futuro

La segunda consecuencia se refiere al futuro. Saber mirar al futuro como una prolongación del presente. El edificio quedará construido mañana si lo empiezo a construir hoy, y si lo sigo construyendo cada hoy sucesivo. Si consisto no tengo que tener miedo al futuro: soplarán vientos, caerán aguaceros, pero el edificio permanecerá bien cimentado y construido. La vida individual marcha fuertemente impulsada y proyectada hacia un objetivo de crecimiento, autovalimiento y realización. El proyecto de futuro es importante, como el plano del edificio o la maqueta, en cuanto que alienta, estimula y le da sentido a las actuaciones constructivas de cada presente. Yo sugiero la matización lingüística de, al proyectar una acción o realización futura, no decir “voy a intentar...”, o “debería...”, que aplaza mi decisión a un incierto futuro, sino decir: “estoy dispuesto a...”, “quiero...” que me afirma en el presente y, desde aquí, pone en marcha el impulso de mi decisión. He leído que la lengua de los indios Hopi no tienen palabras para referirse al tiempo. Los verbos de esta lengua carecen de pasado y de futuro, todo es un presente lineal...

3. Estar despierto

La tercera consecuencia es que vivir en el presente es estar despierto, que es el centro de la doctrina milenaria de Buda. El pasado y el futuro son un sueño. Y lo que nos unce al presente, lo que nos reconcilia con él, lo que lo convierte en el kairós de la mentalidad griega clásica, es el goce, el poder disfrutarlo. Lo que nos produce fruición nos despierta a la realidad, presente en el presente. Este es el sentido del “carpe diem” de Catulo, que rememoró la película El club de los poetas muertos.

Pienso que la vida, así expresada como totalidad, no existe, es una abstracción. Lo que existe es cada momento vital. Suelo pensar que cada día nacemos, re-nacemos, y que, al perder por el sueño la consciencia de uno mismo y de la realidad, cada día morimos. Cada noche el YO se disuelve y cada mañana lo re-inventamos (el verbo latino invenio significa "encontrar"), nos lo encontramos de nuevo, sin más guión que el de una cierta continuidad de costumbres y compromisos, por los que el YO se recupera en su autoconsciencia referencial. Y me digo que la vida no es un problema a resolver, que es una realidad a experimentar en cada memento. Y que no tiene otro sentido sino el que yo en ese momento le de, por supuesto mirando a su prolongación en el futuro y con el recuerdo de su itinerario hasta este momento presente.

Y suelo comentar que nuestro YO renace cada día con un nuevo cargamento de amor y de goce (que vienen a ser lo mismo) para gastarlo ese día.. Y me conforta recordar el dicho del sabio: “El amor pasajero es de quienes sólo aman lo extra-ordinario. El amor duradero es el de los que aman lo ordinario, porque amándolo lo hacemos extraordinario”.

El amor exclusivizado a lo extra-ordinario adecua el deseo del YO con su fantasía, y lo hace incompatible con la realidad actual. Y es que la realidad supone una toma de consciencia del límite de las posibilidades, que adecua el amor a lo ordinario, conforme a la sentencia del sabio: “el Yo feliz no es el de quien tiene lo que quiere, sino el de quien quiere lo que tiene”.

En el budismo se dice que el deseo del nirvana impide el nirvana. Porque el deseo desarraiga al YO de la realidad presente y lo coloca mentalmente en el momento de su consecución. La esperanza, sin embargo, instala al YO en el presente: lo que hagas hoy tendrá sentido mañana, lo que hoy siembres, se recogerá mañana, porque según la ley del efecto mariposa "el aleteo de una mariposa, hoy, podrá provocar, mañana, un huracán en algún lugar".


¿Por qué recordamos?

Sólo quiero añadir algo sobre el recuerdo. Recordar es hacer presente al cor (en latín), al corazón. Algo así como una revibración del corazón. Para Adler, los recuerdos tienen una función de amonestación al YO, o de estímulo en su presente, en su aquí y ahora. Y lo que el YO olvida es lo que sale fuera de esa función selectivamente orientada a la única finalidad del dinamismo individual de cada YO. Que, en la teoría de Adler, es su autovalimiento y autopotenciación.

Alguna vez escribí que en la alacena del olvido es donde se conservan los mejores recuerdos. En el olvido, los contenidos del recuerdo, fuera del campo de la consciencia, quedan diluido en sentimientos, que determinan actitudes y puntos de vista orientados hacia el mismo objetivo final de autovalimiento y realización.

El concepto de Freud en este punto no es totalmente coincidente con el de Adler. Según Freud, olvidamos lo que entra en colisión con la imagen de nuestro YO. Es un mecanismo de defensa para salvaguardar la armonía de la consciencia frente a la emergencia de necesidades inconscientes que incompatibilizan con la imagen del YO o con sus objetivos existenciales. Es lo que desarrolla en su famoso libro Psicopatología de la vida cotidiana.

sábado, 18 de abril de 2009

SOBRE EL "YO"

En este día de abril, lluvioso y desangelado, y por no frustar las expectativas de nuestra estimulante amiga Tánger (en realidad no sé si hay alguien más interesado), voy a continuar las consideraciones sobre esa primera instancia del psiquismo personal que conocemos como el YO.
En la lección anterior presentamos dos consideraciones. Continuamos con la 3ª:

3ª consideración: Como he intentado explicar, la imagen del YO se va perfilando a través de experiencias de percepción de la realidad objetiva y de la toma de consciencia de las propias reacciones de autorregulación (emocional, cognoscitiva y motora-conductual) frente a esa misma realidad. Puedo poner ejemplo de canciones en las que se pone de manifiesto la referencia a una imagen del propio YO conscienciada y autodefinida: “Yo no soy esa que tu te imaginas”,o “Yo soy aquel que por las noches te persigue”.

Esto supuesto, es interesante explicar, por contraste, en qué consiste la esquizofrenia, en cuanto que es un proceso malogrado, o dañado, de la formación de la autoconsciencia y definición del YO.
La esquizofrenia supone una deformación o pérdida de autoconsciencia de la propia realidad, y una despersonalización de la psique individual.

La integración unitaria del YO queda destruida, o dividida (recuerdo el famoso libro de Laing, del movimiento que se llamó “antipsiquiatría”, El Yo dividido) debido a que fuerzas emanadas del Inconsciente interfieren y arrasan al YO personal. En el cine se ha presentado muchas veces, de modo muy plástico e impactante, este fenómeno, en películas como El estrangulador de Boston, Diario de una esquizofrénica... Se podrían citar muchísimas más.

Podría proponer un nuevo objetivo terapéutico y psicopedagógico: No dar por cerrada la imagen de mi YO: completarla y enriquecerla puede ser una función y un objetivo psicopedagógico durante toda la vida de la persona.

En el cuento de la diferencia entre ciencia y sabiduría, que ya he relatado, se dice que del libro de uno mismo salen ediciones corregidas y ampliadas casi cada minuto. Yo escribí sobre esto en mi libro Viajes hacia uno mismo, y voy a aportar el texto:

Hay momentos, situaciones en la vida, en nuestro fluvial decurso evolutivo, en los que configuramos, perfilamos, acuñamos una imagen de nosotros mismos, y después nos aferramos a ella, como si el río de la vida se hubiera detenido en su curso, como si nos dijéramos "así soy yo, definitivamente", en una determinante fijación evolutiva.

Suelo entonces pro-poner, poner-en-frente, como contrastación dialéctica, el concepto -tan antiguo como el "panta rei" de Heráclito de Éfeso, o como las coplas doloridas de Jorge Manrique- de nuestro permanente fluir. "No somos", les contesto a quienes afirman autojustificadoramente "es que yo soy así", o a quienes interrogan "quisiera saber cómo soy: "no somos, les contesto, "sino que vamos siendo". Yaveh Dios se define, en la Biblia, como "el que es", definitivamente, como el mar, con su presencia completa, total e inmutable en su propio movimiento de vida en plenitud. En contraposición, el hombre se tendrá que definir, esencialmente, como el que no es, sino que va siendo, evolutivamente, progresivamente, acumulativamente, como el río.

No ir por la vida, ni caracterizar a los demás de torpes, o de listos, de feos o de bonitos, de vagos o diligentes..., porque alguna vez nos comportamos, o se comportaron así, o porque fue el rol que asumimos, o asumieron, en un momento dado. No quepa la menor duda de que, en el decurso de la vida o de la evolución, se irán incorporando a la imagen de uno mismo nuevos aspectos que completan, compensan o corrigen el bosquejo autoconsciente anteriormente configurado.



El Ideal del Yo

De lo anteriormente expuesto deduzco que para ir construyendo la identidad del propio YO, lo esencial no es preguntarse cómo soy, sino cómo deseo ser. No es coherente justificarse con el consabido “es que yo soy así”, “tienen que aceptarme como soy”... Ya que la identidad del YO no es algo que se tiene, sino algo que se construye. No es un ser sino un quehacer, un proyecto en continua construcción y realización. Lo leí en una novela muy antigua La máscara de carne. Terminaba diciendo que el verdadero rostro de nuestro YO es el de nuestro ensueño, es decir: el deseo de lo que queremos ser.

Es así como se va conformando el concepto de Ideal del YO (insisto en no confundirlo con el YO ideal del que trataremos más adelante, a propósito del SUPER-YO), concepto fundamentalmente axiológico o valorativo, que se integra en la consciencia y la preconsciencia de uno mismo, y que opera en la línea dinámica de la propia superación y autorrealización, como la fuerza motivacional más vigorosa del ser humano.

Dejo para la lección de la próxima semana una 4ª consideración sobre el YO, y de ella sacaremos varias consecuencias terapéuticas y psicopedagógicas.

miércoles, 1 de abril de 2009

Yo, Ello, Super-Yo

En esta primera mañana del recién nacido abril, con los cielos cubiertos, amenaza de lluvia y frío rechinante, retomo mi tarea semanal…
Como ya os señalé en la lección anterior, la segunda descripción del psiquismo personal, desarrollada por Freud en su libro El Yo y el Ello, presenta una Teoría del funcionamiento dinámico de nuestro psiquismo y una original concepción de la estructura de nuestra Personalidad.

La fundamenta Freud en tres sistemas de fuerzas en tensión permanente, que él denomina instancias (de instar, ejercer presión).

Una instancia impulsora que es el ELLO,
una instancia represora que es el SUPER-YO,
y una instancia reguladora que es el YO,

como el motor, el freno y el volante de un automóvil.


(Aquí he intentado poner un gráfico de las tres instancias y no he logrado hacerlo. Lamento mi impericia).




¿Dónde se encuentra mi YO?

Aprovechando el mismo esquema gráfico de la primera descripción tópica, diré que en el núcleo de la esfera Consciente se ubica el YO.

Frente a este primer esbozo de representación gráfica, voy a hacer cuatro observaciones o consideraciones:

1ª.- Una primera consideración es que nuestra realidad psíquica es mucho mayor, mucho más extensa, que nuestro YO. El YO viene a ser como la cresta del iceberg que emerge sobre la superficie, pero que deja sumergida e invisible una gran extensión de su realidad. De aquí se desprende un importante objetivo psicopedagógico: enriquecer el YO con una exploración más profunda y extensa de la propia realidad personal.

El “nosce teipsum” de Sócrates adquiere en esto su plenitud de significado: ampliar la autoconsciencia, reconocer y estructurar las motivaciones valorativas que impulsan y orientan nuestros comportamientos, definir al auténtico Ideal del YO (ya señalaré su diferencia con el YO ideal, que pertenece a la esfera del SUPER-YO).

Y desde este autoconocimiento acrecentado, desarrollar y potenciar la función fundamental del YO, que es la autorregulación. Mientras más extensa sea el área de autoconocimiento , mayor será la posibilidad de autocontrol y autorregulación.

2ª consideración: El YO viene a ser ese conjunto de datos sobre uno mismo que identificamos como propios y que enfrentamos a la realidad exterior. Es como un recorte de sí mismo, en medio de la realidad envolvente. Aunque lo que se recorta y se perfila de sí mismo es también una parte solamente de esa amalgama que constituye su realidad total a la que ha llegado la autoconsciencia. La otra parte de nuestra propia realidad total, la sumergida en el Inconsciente, al no pertenecer a la esfera identificada del YO, Freud la denominó el ELLO.
El niño al nacer es puro ELLO, una amalgama de energías impulsivas no reconocidas ni controlables, puesto que no existe todavía un YO capaz de autorreconocimiento y autocontrol. Tampoco se distingue de la realidad exterior, cuyo dato más importante en ese momento existencial, el pecho de su madre, lo experimenta como una prolongación de sí mismo. Esta es la teoría de Melania Klein. Por eso puede ser tan traumático y mutilador la separación del pecho materno si no se le proporciona paulatinamente objetos transicionales como el chupete, el peluche etc., tal como lo explica magistralmente Winnicott en “El proceso de maduración del niño”.

El niño se mira al espejo y no se reconoce. Y, a medida que va adquiriendo y organizando, muy rudimentariamente, datos sobre sí mismo, aprende a decir NO, que es un modo de independizar y diferenciar su YO de la realidad exterior, y aprende a decir MÍO. Es así el nacimiento de la autoconsciencia, como paulatino alumbramiento de la propia identidad, a partir del enfrentamiento con la realidad objetiva, la de uno mismo y la circunstancial. A partir de ahí ya empieza a reconocerse y a sonreírse a sí mismo ante el espejo.
Si me decido a explicarlo desde el punto de vista neurofisiológico, diría más o menos esto: que el niño, desde que pone pie en la existencia, en el medio cósmico, está sometido a un hervidero de estímulos, tanto a los interiores de su organismo (hambre, frío, calor, picor, dolor...) como a los exteriores. El sistema nervioso va filtrando permanentemente un caudal de informaciones. El cerebro los va seleccionando, los va organizando, y los va reconociendo paulatinamente al aplicarle el lenguaje que los clasifica y los convierte en ideas (palabra que deriva del griego eidos y que significa representación). Estas re-presentaciones de los estímulos provocan reactivamente impulsos, que se canalizan en emociones y sentimientos, y activan el movimiento que determina la acción... Todo esto a nivel fisiológico supone la movilización de miles de millones de neuronas dirigidas por unas pequeñas conexiones que se llaman sinapsis. Hay un libro, ahora no recuerdo de qué autor, que se titula El hombre neuronal, porque es así como se constituye la persona a nivel neurofisiológico, a través de una red conexionada por neuronas que van procesando y transmitiendo todo ese complejo mecanismo cerebral.
Con estas reflexiones pretendo decir que el centro, el eje, el cibernetes de todas esta operaciones es, al nivel que se refleja en el sistema Consciente, el YO, que en cada persona se constituye de un modo totalmente singular y único: de donde se va derivando su singular y única personalidad.

Dejo la 3ª consideración para la lección de la semana siguiente a las festividades de Semana Santa.

jueves, 26 de marzo de 2009

LA PERSONALIDAD, UN SISTEMA DE FUERZAS EN INTERACCIÓN




Creo haber ya aclarado que el descubrimiento del Inconsciente no es un hallazgo exclusivo y totalmente original de Freud. Un siglo antes, el poeta romántico Coleridge había hablado de los reinos crepusculares de la conciencia, y el mismo Goethe apuntó la idea de que en la psique existen varias capas de profundidad. El poeta Wordsworth, que había confesado mantener relaciones inconscientes con la belleza, había escrito estos versos: “Hay en mi mente cavernas /a las que el sol nunca podría llegar”. Herbart, Schopenhauer, Nietzsche intuyeron la existencia de fuerzas inconscientes de la mente. El mismo San Agustín había hablado, en sus Confesiones, de una reserva ignorada, más allá de la memoria, donde se guardan recuerdos. Hartmann escribió una Filosofía del Inconsciente y Theodor Lipps afirmó, hace más de un siglo, la existencia de procesos inconscientes. Shakespeare también había señalado motivaciones ocultas de los actos humanos, desconocidas por la propia consciencia. Freud lo aceptaba, se inspiraba en ellos, y reconocía que los escritores “se abrevan en manantiales que todavía no hemos encontrado para las ciencias”. Pero su gran contribución consistió en tomar esta noción, indefinida y poética, investigarla, estudiarla, otorgarle precisión y definición, convertirla en el fundamento de una psicología y de una terapéutica. Como el Adán bíblico fue asignándole nombre a las cosas contempladas, él fue especificando y nominando los contenidos de la psique, describiendo los fondos ocultos del inconsciente, así como su potente y dramático dinamismo de expresión.

¿CÓMO FUNCIONA MI MENTE?

El pensamiento de Freud va procediendo incansablemente, a partir de una cuestión directriz: ¿Cómo funciona la mente? Y desde ahí, inicia una caminata, mientras que describe minuciosamente los planos de los territorios que explora. Hasta ahora ha delineado dos planos fundamentales, como las dos caras del territorio de la Luna: El Consciente, iluminado y brillante, y el Inconsciente, oscuro y misterioso; con un terreno gris intermedio, el Preconsciente. Eran hallazgos provisionales, sobre los que él, con escrupulosidad científica, sigue buscando constantemente datos de verificación y confirmación.
Y así, siguiendo un riguroso itinerario intelectual, se adentra en un nuevo campo: Las tres instancias dinámicas de la Psique: el YO, el ELLO y el SUPER-YO. A este nuevo plano de la mente le llama él su Segunda Tópica.


Una segunda exploración del territorio mental


La primera descripción tópica la presentó en 1900 en el capítulo VII de La Interpretación de los Sueños, completando lo que ya había pergeñado en 1895, en Proyecto de una Psicología científica, y en sus cartas a Fliess desde 1986. Finalmente lo deja sistematizado y rematado en los Textos Metapsicológicos de 1915.

Esta segunda descripción tópica la va elaborando a partir de 1920, y le hace su presentación oficial en 1923 con su libro El Yo y el Ello. Al final de su vida, en 1938, en el libro póstumo que la muerte le impide completar, Esquemas del Psicoanálisis, intenta integrar y armonizar las dos descripciones tópicas.

miércoles, 18 de marzo de 2009

EL INCONSCIENTE

En esta mañana, que amanece clara y templada, anunciando ya la luz de la próxima primavera, recojo lo último que os dije en la lección anterior: que el Inconsciente es el depósito de todo lo que ha quedado desplazado del campo de la consciencia y de la preconsciencia.

También podría decir que es el archivo de todas las experiencias olvidadas o reprimidas, incluso de las experiencias del proceso de evolución de la humanidad y transmitidas genéticamente en las células germinales. Este sería el Inconsciente Colectivo, la gran aportación de Jung a la epistemología psicoanalítica. Él lo define como “el sedimento de todas las experiencias de la humanidad desde sus orígenes más oscuros” y es donde se albergan esas ideas prototípicas universales que Jung denomina Arquetipos: la idea de Dios, o la de Padre o de Madre, de Héroe, la de la Culpa, etc. Aunque muera el padre real de un individuo, su padre inconsciente, mezcla del arquetipo y de la experiencia singular, sigue influyendo de algún modo en su interior psicoemocional.

No hay una sola experiencia que haya salido del fondo de uno mismo. Todas están archivadas; y aquellas que creía olvidadas se conservan en el Inconsciente personal, y desde allí siguen influyendo subterráneamente en mis sentimientos, mis pensamientos y mi conducta.

Esto explica fenómenos como el conocido “dejá vu” que nos hace tener la sensación de que ya habíamos estado en un lugar al que hemos ido por primera vez, o que ya habíamos visto a una persona que por primera vez se nos presenta. Y es que se dan, con ocasión del lugar o de la persona, una concurrencia de sensaciones, que conectan con otras similares conservadas en el Inconsciente.


EL MOTOR DE LA REPRESIÓN

Aquí juega un papel importante ese mecanismo psicológico llamado Represión, que deja enterrados en el Inconsciente recuerdos, experiencias, afectos, impulsos...Los cuales se conservan precisamente por haber estado enterrados. Freud lo compara con los objetos hallados por los arqueólogos, después de haber estado durante muchos siglos enterrados en las tumbas. Se hubieran perdido de no haber permanecido enterrados, “inconscientes”.
Al mecanismo de actuación del material enterrado en el Inconsciente, Freud lo compara con el conferenciante que, durante su conferencia bien preparada, se ve interrumpido por las voces, los comentarios, las carcajadas y las imprecaciones de un grupo de los asistentes. Los guardas jurados de la sala (que Freud denomina la “censura”) los echan afuera y cierran la puerta (este es el símil de cómo actúa la represión). Pero ellos, desde el lugar al que han sido desplazado, desde fuera de la sala y de la vista de los otros asistentes, siguen dando gritos y golpes en la puerta que alteran la armonía y el orden de la sala e impiden al conferenciante centrarse en su conferencia.
La solución que Freud propone es que salga el conferenciante de la sala, busque a los alborotadores, los conozca, les hable, les proponga que de algún modo contribuyan, que se integren con los demás en beneficio de todos. Y este es, metafóricamente expresado, un primer enfoque del Psicoanálisis como Terapia. Entrar en la esfera custodiada del Inconsciente, desenterrar las energías ocultas, las necesidades reprimidas, los recuerdos (olvidos) perturbadores, y organizarlos a nivel consciente del modo que sea adaptativo con la realidad, equilibrado para el psiquismo emocional y conveniente para la persona.


Freud nos avisa que el Inconsciente es “la palestra donde se dan las verdaderas luchas y los conflictos psíquicos”. Precisamente porque se trata de fuerzas descontroladas (fuera del control consciente), enemigos a la espalda o animales encerrados, hambrientos... Y cuando se accede al Inconsciente a través de la terapia psicoanalítica “se pueden desmoronar los conflictos y los complejos solidificados, como los edificios de Pompeya cuando, tras descubrir la capa de lava que los había mantenido sin cambio durante dos mil años, se vieron expuestos de nuevo al viento, al sol y a la lluvia”.

La metáfora arqueológica era especialmente querida por Freud: “En Psicoanálisis, como en la arqueología, hay que excavar hondo hasta llegar a algo significativo”. Y hablándole de sus descubrimientos a su amigo Fliess, exclama con entusiasmo: “Es como si Schellemann hubiera desenterrado de nuevo la legendaria Troya”.